LourdesChamorroCésar

La colección de escritos de Lourdes Chamorro César

Category: Prosa

Las matemáticas y un sueño de infancia

Sabiendo que los hijos y nietos nos visitarían pronto, una noche ya medio dormida, se me ocurrió una idea brillante: construir una casita de muñecas en mi patio de atrás para ellos. La casita de muñecas que nunca tuve.

Me  levanté al día siguiente muy temprano – una mañana de aquellos amaneceres de mayo – con una ilusión de esas que parecen un estreno de Semana Santa; ilusión de niña como si la casita fuera para mi. Llamé al carpintero y mandé a mi conductor a recogerlo. La prisa me embargaba y la adrenalina se desbordaba impaciente.

“¿De qué tamaño la quiere?” me pregunta Will, el carpintero. “Vamos al patio”, le digo, “te voy a enseñar de qué tamaño la quiero”.  Salimos y me dirigí al palo de aguacate que hace unos años sembré en el costado derecho de la terraza. Me posiciono, abro los brazos y le digo: la quiero de este tamaño, desde aquí, hasta aquí. Will saca su cinta métrica y mide; le tengo que ayudar porque queda corta con respecto a mis medidas. Anota en un papel los números y cuando termina, me queda viendo y me dice: Señora ¿sabe usted lo que es una casita de muñecas de 4×4?  “¿Es muy grande, entonces?” le pregunto…“bueno”, me dice, “es el tamaño del cuarto donde dormirá su nieta Vanessa”. “Umm, tiene usted razón”,  le digo, “pero son seis nietos, más los nietos de mis vecinos y además los que vendrán después; la quiero grandecita”.  El carpintero se fue con las medidas y quedó de llegar al día siguiente con el presupuesto.

Pasó lento el día y mi esposo, por la noche -al regresar del trabajo- me pregunta si ya mandé a construir la casita de muñecas (ya todos saben el entusiasmo que me embarga con ese proyecto). “Ya vino Will y ya todo está caminando, mañana me trae el presupuesto”,  le digo. “¿Y de qué tamaño?”, me pregunta. “De 4×4″. “¿Qué? eso es inmenso”, me responde. “Pero son seis nietos,” le digo, “y los que vendrán”.  “Vanessa ya tiene 14 años”,  me dice “y no jugará en la casita”,  “pero la va a visitar”,  le respondo. “Gabriela tiene seis meses y Andrea tres,  así que no jugarán por lo menos en los próximos dos años…entonces quieres esa casita tan grande para Enriquito, Ceci y Lilita’’ -y se queda pensando, para proseguir con sus argumentos-  “y Enriquito preferirá jugar a los piratas con sus primitos, entonces solamente para Ceci y Lilita; creo que la deberías de hacer un poco más pequeña”.

Sintiendo que una vez más mis alas están siendo recortadas y acostumbrada a resistir el desencanto de ese trunque de alas, me acomodo en la silla, lo quedo viendo y le respondo: esperemos el presupuesto,  si sale muy alto, entonces le recortaré un metro. En eso quedamos y al día siguiente llegó el carpintero Will con el presupuesto y el sketch de mi flamante casita de muñecas.

Dos mil dólares, me dice Will. “¿Qué? no Will, no estoy loca”. “Señora, le dije que la madera está cara y que es demasiado grande; cada metro cuesta dinero”.  “Entonces, déjame pensarlo”, e inmediatamente le pregunto: Will, si le recorto un metro, baja el costo ¿verdad?” “Por supuesto que si, señora; y le haría el ajuste”. “Ok Will, mañana te aviso, pués la quiero para el 31 de mayo”.

Esa noche, le cuento a mi esposo lo del presupuesto. “Ya la pensé”,  le digo,  “tal vez le recorte un metro, pero no creo que valga la pena, porque son cuatro metros y si divido cuatro entre 2.000, lo que me ahorro son 500 dólares y por 500 dólares, mejor la hago de cuatro metros ¿Qué dices tu?” Le pregunto. Mi esposo se carcajea y me dice: no, no es un metro, es casi la mitad; acuérdate que son metros cuadrados…son 16 metros cuadrados contra nueve metros cuadrados”.  Incrédula y maravillada, no me queda más que interrumpirlo: ¡Caramba! ahora entiendo por qué te gusta tanto las matemáticas, es mágica; de un solo romplón, con solo quitarle un metro a la casita, las matemáticas me ahorran un montón de plata…¡no lo puedo creer!

Y así, entre pequeños y deliciosos argumentos familiares, risas y medidas tras medidas, sumando y restando, fue cómo la casita de muñecas de mis sueños de infancia, fue erigida majestuosamente bajo la sombra de mi palo de aguacate. Su nombre: LA ESCUELITA; así Enriquito también puede jugar en ella. Sus medidas exactas: 4×4. Porque aunque las matemáticas me ahorraban dinero, las medidas que en mis sueños se incrustaron en mis brazos abiertos, no me dejaron razonar matemáticamente.

Además, una sublime y traviesa rebeldía restringida y adormecida por años, sintió su momento bajo el sol de florecer. Ese tipo de rebeldía que no le hace daño a nadie…y es que mis alas se negaron rotundamente a ser recortadas, porque las matemáticas no tienen nada que ver con esos hermosos sueños que se sueñan desde la temprana infancia.

Lourdes Chamorro César

22 de agosto del 2012

Un 14 de febrero…años ha

Tenía yo 15 años cuando recibí por correo, desde los Estados Unidos, una tarjeta inmensa, amarillo brillante, adornada de corazones rojos.

Para Usted, señorita…me dice el cartero en la calle, casi en la puerta de mi casa. Me extiende un inmenso sobre amarillo. Era tan grande que no cabía en su mochila de cartero y por lo tanto la traía debajo del brazo. Cómo no se cae de la bicicleta, pensé, al verlo que la maniobraba solamente con una mano…

En vez de entrar a mi casa, crucé la calle corriendo con la tarjeta en mano y golpeé la puerta de la casa de mis primas las Lacayo, emocionada al leer el remitente. Alguien, desde su recién estrenada circunstancia de universitario, me recordaba y me lo estaba dejando saber con tremendo detalle. Reconozco hoy, que un motivo más serio que ese pensamiento, es el que me hizo ese día correr donde ellas…el misterioso mensaje que en grandes letras rojas leía: Happy Valentine’s Day.

¿Qué es esto? Les pregunté, enseñándoles la flamante tarjeta ¿Saben lo que dice ahí en inglés?

No sé, me dice una de ellas. Ni idea, vamos donde Cristo, él debe de saber. Cristo, el dueño de uno de los kioskos del Parque Central que vendía las leches malteadas rosadas más deliciosas del mundo (como si hubiera probado yo otras para decirlo). Por supuesto que Cristo tampoco supo traducir la leyenda de la tarjeta, pero le cayó muy en gracia y nos invitó a una leche malteada.

Regresamos a la casa de las primas con nuestro tesoro importado directamente de los USA. Digo nuestro tesoro, porque para entonces, la tarjeta ya era de todas, la emoción y el misterio se habían apoderado del vecindario. Entre risitas de complicidad, curioseamos al revés y al derecho la inmensa y colorida tarjeta. Era hipnotizante todo el asunto y ¡estaba escrita en inglés, con sellos de correo de los USA! Ni mis amigas podían creerlo…¡Una tarjeta que llegaba desde aquellos lugares tan sofisticados! Me emocioné, lo reconozco, pero el misterio del mensaje “Happy Valentine’s Day”, se elevaba por sobre toda otra atracción ¿Quién es Valentine? Nos preguntábamos ¿Y esos corazones rojos?

Imposible adivinar lo que significaba la leyenda en inglés, y aunque sabíamos lo que significaba HAPPY y DAY, el VALENTINE era lo que nos enredaba ¿quién será Valentine? Y así, entre curiosa y frustrada, regresé a mi casa, a la vez que feliz de saber que al otro lado del mundo alguien me pensaba. Intrigada y frustrada por el mensaje en inglés que ni mi abuela, ni mi nana, ni Cristo, ni mis inteligentes primas de enfrente habían podido descrifrar, la guardé en mi ropero de caoba planeando dormir con ella al lado de mi almohada, aunque no supiera lo que la leyenda significaba. Hoy pienso lo fácil que hubiera sido saber su significado, gracias a mi mejor amigo, GOOGLE.

Por la noche, finalmente uno de mis hermanos que tenía una novia medio gringita, satisfizo mi curiosidad y develó el misterio de la leyenda. Hasta Cupido saltó con su arco y su flecha.

Así fue cómo a mis 15 años, mi conocimiento provinciano del mundo para ese tipo de celebraciones, se sofisticó en cierta forma, haciéndose parte de las mías y la tarjeta se volvió famosa entre mis amigas y yo, me sentía importante por haber sido la escogida por el destino para descubrir e introducir desde ya a mi calendario y al de mis amigas, una fecha más para celebrar y ¡qué fecha!

Al mismo tiempo, supe lo que significaba tener un enamorado platónico al otro lado de mi mundo, pués parece que el único propósito de esa tarjeta, fue hacerme saber que existe un día especial para celebrar el amor y la amistad.

Hoy, la tarjeta, su leyenda y el nombre del remitente, inevitablemente forman parte de un recuerdo sublime y puro que permanece en mí, inalterable.

Lourdes Chamorro César

14 de febrero del 2013

Desvarío

Era de tarde. La lluvia a cántaros caía, como si el cielo tuviera un inmenso hueco. Quise abrir el paraguas y recordé que no lo traía. Corrí a guarecerme en un alero de cualquier casa, para darle al hueco tiempo a cerrarse.

Tenía frio. El agua traspasaba mi piel, como si la piel, de un colador se tratase. Me acerqué más al refugio del alero y aunque una gotera, una tras otra las gotas despachaba directo a mi cabeza, era mejor que el torrencial aguacero.

La blusa totalmente empapada, se había convertido, por arte casi de magia en parte de mi piel.  Sentí que mis sandalias eran arrastradas por la corriente de agua que a mis pies danzaba.  Deduje por las insistentes y multiplicadas gotas, que ya el alero poco resistiría.

Era de tarde.  Se hacía tarde. La lluvia arreciaba y yo, muerta de frío, empapada y sin saber qué hacer, pensé que sería mejor correr y correr. “No, no puedo ver…todo está oscuro, perdí la noción del norte, no  sabría dónde ir, mejor me acurruco en el alero, aunque me muera de frío…”

De pronto el alero resistió. Así fue que vi la luz del día: era un túnel largo y brillante, que al final del recorrido, alguien me esperaba con un abrigo. Tendió su mano, hasta alcanzar la mía. Me abrazó a la vez que de mis hombros, colgaba el abrigo y ahí me sentí bien, ya no tuve frío…

Arrecosté mi cabeza en su pecho y al momento desperté.

Lourdes Chamorro César

Nicaragua,  12 de enero de 2012

Mi huelga contra Narciso. Sucedió en Facebook

Cuenta la Mitología muchas versiones sobre el mito de Narciso. Adoptaré el que ha prevalecido a través de mis lecturas. Narciso, enamorado de su imagen que un día descubrió al acercarse a beber agua en un arroyo, quedó extasiado con su reflejo y desde entonces, se enamoró de su imagen. Nunca pudo dejar de contemplarse, hasta que sumergiéndose en las aguas, murió de amor; enamorado de sí mismo.

De vez en cuando, que visito mi perfil en Facebook, recuerdo a Narciso. Me veo ahí, estática, con el mismo rostro, la misma sonrisa, la misma mirada, la misma pose, el mismo brillo, el mismo vestido…Recuerdo el mito de Narciso y con ello recuerdo a la diosa ECO, que por haber sido rechazada por Narciso, se internó en una cueva y ahí murió. Desde entonces existe el eco, el eco de la voz, de la conciencia, de los pensamientos y de los recuerdos. Ecos de toda clase, audibles para el oído y en el alma. Mi foto, entonces, al abrir mi página, se me presenta como un eco sostenido, perenne y aburrido. Lanzo otra voz, pongo en el perfil otra foto y al rato, abro mi Fb a ver si ya desapareció el eco, pero ahí sigue, pues es el mismo rostro. Y entonces, la cambio y abro de nuevo mi página, a ver si ya no está el eco, pero ahí está y así hoy, el eco me transporta al mito de Narciso y me pregunto cómo pudo Narciso no aburrirse de contemplarse en el mismo arroyo, día a día, momento a momento, hasta morir. Es de volverse loco. Nunca me había visto tanto en un espejo, como a diario y a cada momento que entro a FB, me veo en la foto de mi perfil ¿Será que Mr. Zuckerberg pensó en el narcicismo cuando inventó FB? ¿Habrá tomado en cuenta ese complejo de narcisismo que todos llevamos latente en nuestro eco interno? ¿O será que no hay que visitar tan  a menudo mi perfil de FB?

No al narcisismo, por eso hoy estoy en huelga. No y no. Que nos reconozcan por el rostro interno, por el nombre que traemos desde siempre, por lo que compartimos con nuestro propio estilo. Quien nos quiera encontrar, con foto o sin foto nos encontrará. Hoy, estoy en huelga. Quizás mañana, cuando abra mi página de FB y no me encuentre reflejada en las aguas del arroyo, cuando me sorprenda de que no estoy ahí como siempre, entonces, me buscaré en el eco de otra fotografía, o me encontraré en algún paisaje, o con mis pies descalzos caminando en la arena o en algún rótulo original de esos que me encantan. Por el momento, estoy en huelga.

Lourdes Chamoro César

Primero de febrero de 2011.

Traspasando el umbral de mi destino

¿Por qué estás inquieta? Me preguntó.

Porque aunque esto es lo que siempre he deseado, ya no sé si lo deseaba por costumbre o porque  realmente lo deseo ¿Puedes comprenderme un poco? Le pregunté.

Claro, pero comprendeme tú a mi; escuché que me decía…Tantos lugares y tantas experiencias has vivido y por tantos caminos me has llevado con la nostalgia de compañera por los aromas y paisajes y gente de tu tierra y ahora que tus rezos y súplicas escucho, me dices que tienes miedo…¿Cómo puedo estar contenta al verte temerosa de lo que se te concede? Me has hecho “confabular todo el universo para complacerte“ ¿Por qué tantas mariposas desordenadas? ¿Por qué tanto afán e incertidumbre?

¡Ah! Es que tú no estás en mi piel, solamente hablas cuando ya es demasiado tarde…¿Por qué no hablas antes de la expericencia? ¡Qué tranquila eres! Te quedas ahí, estática, muda y sigilosa, esperando que me equivoque para actuar…

No tengas miedo, me dijo, nunca el corazón se equivoca y mi corazón es el mismo tuyo y mi voz es tu misma voz y mi sentir es tu mismo sentir. Anda segura, vestida de luces y de fiesta, ríe y vívela, abrázala y permanece en ella….

Y así hoy, me encuentro en mi patria, contenta de que mi voz interna, ésta vez no calló, mas bien me regañó por mis inquietudes y nostalgias.

Lourdes Chamorro César.

Nicaragua, 4 de marzo de 2011.

De la cotidianidad a la muerte.

Cuando el zapato te apriete, compra un número más grande. Cuando la respiración te falte, hazte un transplante de pulmón. Cuando se te queme el arroz, ve al supermercado y cómprate un pollo rostizado y lo adornas con perejil. Cuando el corazón te falle, busca quien lo haga de nuevo palpitar. Cuando la esperanza te abandone, visita tu fuero interno y encontrarás mil razones para recuperarla. Cuando la fe vacile en tu razón, déjalo así, Dios se encargará de devolvértela. Cuando sientas que se te escapa el alma de la piel, respira profundo aunque sea el último esfuerzo que hagas en tu vida. Pero nunca desfallezcas.

Lourdes Chamorro César.

El Raizón, 6 de mayo del 2011.

Camino a Abu Dhabi. Casi secuestrada en mi propio país, Nicaragua.

Señora, lo siento mucho pero usted no puede salir del país con este pasaporte. Está vencido. (Me dice el agente de AA).

¿Vencido mi pasaporte? No puede ser. Mi esposo es super cuidadoso y no se le pasaría algo así. (Le digo, sorprendida. Abro la página donde está la fecha de emisión y vencimiento y veo que se vence en diciembre). Mire señor, se vence en diciembre. (Le digo con una sonrisa de triunfo).

Lo siento señora, pero desde hace un mes, tenemos órdenes del gobierno que tenemos que aplicar la ley de Migración. (Me dice).

¿Cuál ley es esa que jamás supe que existiera? (Le pregunto).

Pues la que está escrita en letra chiquita en la primera página del pasaporte, donde dice que para salir del país, el pasaporte debe de tener seis meses restantes de vigencia. Usted tiene cuatro y es imposible que la deje montarse al avión. Vaya a Migración a pagar la multa y sacar un pasaporte nuevo y luego la pongo en stand by.

¿Qué que qué? (Le respondo, casi creyendo que estaba bromeando). Usted sí que está loco o me está haciendo una broma. El pasaje a Abu Dhabi es carísimo y fue casi imposible encontrar un vuelo round trip con conexiones decentes. No puede ser verdad lo que estoy escuchando. Y esa letra chiquita, si siempre ha estado ahí ¿Por qué hasta ahora la aplican?

Señora (me dice el agente de AA), no estoy bromeando y esa letra chiquita estaba dormida hasta hace un mes que el gobierno decidió ejercer la ley. Es una ley y no puedo hacer nada.

Mire señor (le digo); comprendo que es cierto lo que escucho, comprendo lo de la letra chiquita y lo de la ley, pero no es justo que no lo anuncien ¿Cómo va a saber uno que una disposición cambió así de esa manera? Pero no importa, aquí tengo mi pasaporte americano…

No señora (me interrumpe); usted entró con el nicaraguense y con ese mismo tiene que salir. No puedo hacer nada, Migración es severa y no es usted la primera que pierde un pasaje o un vuelo. Lo siento, vaya a Migración y renueve su pasaporte y luego regrese a ver qué podemos hacer por usted.

Señor, (le digo, casi ya con lágrimas en los ojos y la voz temblorosa no sé si de frustración o desesperación), esto no puede ser así. Por favor, señor, tengo que ir a Abu Dhabi, mi hija está allá, prácticamente sola con su esposo y sus dos muchachitas y esperando una bebe que parece que quiere nacer antes de tiempo, con seis meses y medio de gestación y me necesita…No puedo posponer el viaje, menos perder el pasaje, mucho menos aceptar que a pesar de tener todavía cuatro meses de vigencia en el pasaporte, ustedes me impiden viajar…

(De nuevo me interrumpe, a estas alturas, yo ya estoy histérica, pero por dentro, controlada, si, pero casi llorando y me dice entre conmovido e impaciente):Señora, lo único que puedo hacer por usted es llevarla a Migración del aeropuerto a ver si convence al Director, pero le advierto que nunca nadie ha sido exitoso, nunca nadie lo ha convencido y el Director es fuerte y rígido y no creo que pueda hacer algo por usted, pero la voy a llevar hasta él.

(Toma mis dos pasaportes y mi itinerario impreso y caminamos hasta Migración. Rompe fila y en la extrema izquierda del salón, hay un stand…seis escritorios o ventanillas, atienden a los pasajeros. Se acerca al stand y llama a un señor que imagino es el Director de Migración. Se acerca, es alto, bastante para Nicaragua, delgado, piel clara, ojos de reptil fogeado y frente de hipopótamo. Un rictus en los finos labios, me dice que será difícil convencerlo).

(El agente de AA le extiende los documentos y le explica al hombre, en pocas palabras el problema. El hombre de ojos de reptil fogueado y frente de hipopótamo, me queda viendo fijo a los ojos; estoy a punto de desencadenar el torrente de lágrimas, pero me detengo…y me dice): Lo siento señora, la ley es la ley y no puedo violarla. Vaya a Migración a Managua a actualizar el pasaporte y por favor no me refute porque será escuchar lo mismo de todos los que vienen con el mismo problema.

(A pesar de escuchar eso, le digo): Señor, solamente déjeme que le explique mi situación. (Me interrumpe y me dice que no, que todos dicen lo mismo y que no puede hacer nada por mi; comienza a alejarse del stand y le digo): Señor, por favor, no se vaya, ayúdeme por favor, usted puede ayudarme. Yo sé que hay que respetar las leyes, claro, pero también se que usted tiene autoridad para interpretarla, dependiendo de la circunstancia y sé que en este caso, su decisión de ayudarme no le hará daño a esa ley, que ha estado ahí escondida sin que nadie sepa que existe. (El hombre regresa, le veo un destello en los ojos como de querer ayudarme, pero inmediatamente se arrepiente. Pienso rápidamente que mi argumento no es suficientemente convincente y recuerdo a Aristóteles cuando dice: Si la fórmula no funciona, hay que cambiarla. Entonces, le enseño el itinerario y con un nudo en la garganta -espontáneo, no era estrategia, no, al contrario, no quería darle el gusto de verme destrozada-le digo):

Señor, por favor, ayúdeme, mire mi itinerario, voy hasta Abu Dhabi donde mi hija está esperando su tercer bebe y parece que será prematura. Es un país extraño, está sola con su esposo y  sus dos muchachitas y me necesita. No tienen a nadie, no conocen a nadie y está muy triste y yo, aquí, desesperada. Ayer fue al hospital y quizás está todavía en el hospital, quizás ya nació la bebe prematura y yo aquí, sin poder ir a darle un abrazo, por favor, señor, usted puede ayudarme…(Me interrumpe, pero yo ya estoy con el rostro innundado de lágrimas y me dice), lo siento, no puedo hacer nada por usted. (Nuevamente vislumbro en sus ojos aquel destello bondadoso o de compasión, pero inmediatamente desaparece. Pienso que quiere ayudarme pero que no puede contradecirse, que no sabe cómo dar su brazo a torcer, al menos eso es lo que creí en ese momento).

(Ese destello casi invisible y momentáneo que le he visto ya dos veces, me hace fuerte y me eleva el optimismo y como si tuviera debajo de mi manga derecha una última carta, la expongo a traves de mis últimas palabras que me quedan ya. Entre lágrimas y armada de toda la humildad que pude encontrar dentro de mi, le imploro a San Agustín de Hipona que me ilumine-no sé por qué a San Agustín, pero así sucedió en mi-y armándome de valor y de mas lágrimas, levanto mi rostro y me encuentro con sus ojitos de reptil fogueado y lo quedo viendo y le digo):

Señor, solamente póngase en mi lugar por un instante; imagínese a su hijita adorada a su princesita, al otro lado del mundo donde cuando aquí es de día allá es de noche, imagínese a su muchachita en un lugar donde jamás llueve agua porque solamente llueve arena del desierto. Por un instante Imagínese a su esposa, queriendo viajar a esas tierras lejanas porque su muchacita está en el hospital, teniendo a su bebe prematuramente…(ya a estas alturas, todos los viajeros a mi alrededor, están atentos a nosotros, los sandinistas detrás de los escritorios se han vuelto lentos en sellar los pasaportes y mas de alguna señora me acompaña con alguna lágrima. A estas alturas, la carta que sin saber tengo debajo de la manga, sale a relucir, sin importarme nada ni nadie. Detengo mi discurso porque la garganta se me está cerrando…ya no salen las palabras y al volver a buscar su mirada, mis ojos están super empañados y me escucho decirle): Señor, le aseguro que si usted me ayuda, su alma se sentirá mucho mejor que si no me ayuda, se lo aseguro que así será. Pruebe y verá…por favor…

(Entonces, como por arte de magia y como no queriéndose arrepentir, de un solo suspiro me dice): Está bien…sígame.

(Secándome los ojos y por qué no decirlo, también la nariz, lo sigo hasta llegar al counter de AA. Deposita autoritariamente mis documentos en el mostrador y le dice al agente): Prosiga. (Rápidamente da la vuelta para regresar a Migración y solamente alcanzo a decirle): Gracias señor. Diosito lo recompensará algún día.

(Luego lo encontré en la fila y me rescató de “la cola” inmensa que había. Por un momento creí que me llevaba presa. Me pidió los documentos. Y cuál no sería mi sorpresa, cuando realicé que él mismo me chequeaba. Luego me devolvió los documentos y me sonrió. Estuve tentada a darle un abrazo fuerte de agradecimiento, pero solamente lo quedé viendo y simplemente volví a decirle): Gracias. Esta vez mi agradecimiento estaba acompañado por una sonrisa, la mejor de mis sonrisas.

AL DÍA: Pocos días después de este incidente que le pasó a muchos nicaraguenses, el gobierno de Daniel Ortega decidió retractarse y pusieron a dormir esta nueva ley. No les funcionó.

Lourdes Chamorro César.

Abu Dhabi, 28 de agosto del 2011.

La roca y yo

Dichoso el árbol que es apenas sensitivo y mas la piedra dura, porque esa ya no siente…Rubén Darío.

Entré al agua y la trepé; era la roca mas alta y mas hermosa que he visto jamás. Fuerte y decidida, imponente y soberbia en su belleza; se distinguían sus rumbos marcados y definidos como zurcos adentrados en su superficie por el roce perenne de las olas, zurcos que reconozco como aquellos que las lágrimas nos dejan, después de llorar desde el alma a los pies, desde los pies al mar, desde el mar al cielo, desde el cielo a la roca…círculo perfecto que al recorrerlo me sitúa en la cumbre de la vida, cuando la vida es amor, cuando del amor nace la esperanza, cuando de la esperanza nace la luz, cuando de la luz nace la mirada que nos conduce a encontarnos con nuestro propio ser y el SER nos funde con lo amado…

Pero no contaba con las fuerzas de una marejada extrañas a mi voluntad y a mi confianza…y al subir a la cumbre, una ola traicionera y envidiosa de mi existir en esa cumbre, me hace volver a descender y en el descenso resbalo y caigo al agua…y mis lágrimas se mezclan con la sal y la espuma y una ola, de esas que aparecen de repente sin anunciarse, nuevamente me lleva contra las paredes de la misma roca que en su momento me hizo sentir grande y poderosa, perfecta en mi pureza y en mi circunstancia….trato de escalarla de nuevo, llena de confianza y mas de esperanza y mucho mas, del deseo de sostener ese tesoro valioso que reconozco entre todas las olas del inmenso mar y nuevamente otra ola me arrastra mar adentro, para  llevarme sin rumbo, hasta devolverme a fuerza de empujones ciegos y contradictorios a la misma roca, que espera paciente e inmutable el estruendoso choque de mi cuerpo contra su cuerpo inmóvil y es con tanta fuerza que me hace confundir el entendimiento para definir quién es la roca y quién soy yo, porque me adhiero tanto a ella que siento soy parte de ella misma, me adhiero a ella hasta hacer sangar mis dedos, mi piel y mis entrañas…

Me adhiero a ella para salvarme, para sentirme protegida de tanta marejada…la roca es dura y firme, inalterable en su esencia, y yo, extenuada y desvalida ante tanta lucha contracorriente, me encuentro imposibilitada de escalarla esta vez, al sentir alta la marea y sentir que una tras otra, las olas llegan a la roca para seguir en su faena de marcar zurcos, que se volverán centenarios como ella misma…ante tanto vaivén, me rindo sin querer rendirme, me hundo sin querer hundirme, y muero sin querer morirme…toco el fondo de las revueltas aguas y pierdo la confianza de la sobrevivencia, porque me encuentro solitaria y desprotegida y mis gritos desde el alma nadie los escucha, porque ni las rocas ni las olas pueden escuchar… porque aunque la roca es inalterable en su esencia, el mar siempre es traicionero y en esa lucha eterna e infinita, cedo el espacio que un día me perteneció en la cumbre de la roca, para que las olas incansables y decididas, continúen haciendo zurcos en su rostro, donde reconozco los míos propios…zurcos como aquellos que las lágrimas nos dejan, después de llorar desde el alma a los pies, desde los pies al mar, desde el mar al cielo, desde el cielo a la roca…mas al claudicar la esperanza a fuerza de empujones rebeldes y desconocidos, el círculo que tanto quise sostener y recorrer una y otra vez, se rompe irremediablemente, para dejar paso a corrientes confusas y vacías que arrastran sin piedad las siembras que un día planté en las mismas aguas profundas de ese inmenso mar…

La roca invencible seguirá en su mismo lugar, con los zurcos marcados en su superficie, que son los mismos zurcos que llevé conmigo a las profundidades de las aguas…zurcos labrados a fuerza de olas y de lágrimas…

Y desde el fondo del mar, donde he aprendido a sostener mis pulmones para no provocar burbujas, siento el alma vacía y sé que mis lágrimas ya no son visibles porque se confunden con el agua salada…desde ahí, puedo distinguir la sombra que la roca proyecta en el agua, la veo danzar al son de la marea, la veo cambiar de brillo y de estado, la veo igualmente inalterable en su propia esencia y como siempre, indiferente a mi presencia, la veo con sus zurcos marcados, pero sin dolor, no sufre, no siente, no respira…y entonces, tomando un poco de oxígeno de la reserva que me queda le pregunto:

Roca, roca ¿Puedo tomar de tí solamente el no sentir? Dichosa roca, porque al ser marcada de zurcos por las olas, no sufres…sin embargo los zurcos de mi alma, marcados por lágrimas amargas y tristes ¡Cómo duelen, roca! ¡Cómo duelen!

Desde el fondo del mar, la veo y siento celos de su insensibilidad…mi alma llora, mi roca no tiene alma…son las olas del mar quienes marcan los zurcos en su rostro, no son lágrimas desde el alma a los pies… dichosa roca, dichosa que no sientes…

Lourdes Chamorro César

Junio 28, 2011.

Ella y el poeta

Abrí una puerta y entré a un mundo mágico. Me encontré de pronto frente a dos personajes maravillosos. Ellos no me veían, pero yo podía escuchar cada frase, cada verso, cada razonamiento, cada historia y cada experiencia, de lo que el Poeta le decía.

Ella, sentada muy distinguidamente en un sillón de brazos grandes, como si éstos quisieran abrazarla y atraparla para retenerla entre nosotros, escucha. Cerca, muy cerca de ella, está el Poeta que le canta, dotado de gran carisma y sabiduría. El Poeta le habla, como si ella pudiera escuchar. ¿Y quién nos dice que no es así?

Me adentro entonces, con mis pies descalzos (me gusta andar descalza) y mi mente despierta, en un camino que a todos nos inquieta, pero que pocos sabemos cómo contarlo a los demás. Solo Ella y el Poeta se entienden, solo ellos hablan, pero todos escuchamos…Yo, escucho absorta, con mis pies descalzos y mi mente despierta.

Recojo imágenes. Algunas llenas de misterio, otras sublimes, otras terrenales que son retazos quizás de algún recuerdo temprano….Inquietudes eternas. Nostalgia de pecados veniales. De pronto, siento una gran curiosidad por descubrir lo que yo quizás crea saber o quizás no, porque me lo habrán tratado de contar alguna vez o porque lo he vivido o porque lo presiento en el fondo de mí misma, desde que yo también, comencé a tratar de responder mil preguntas que no tienen respuesta porque simplemente somos de éste mundo todavía.

Encuentro una mezcla de dos mundos fantásticos, donde no hay fronteras entre lo terreno y lo eterno. Donde el Poeta se deja llevar como una cascada de agua sin rumbo, pero siempre con rumbo cierto y natural. El agua va cayendo, a veces suave, a veces con prisa, como que en éstas palabras, él quisiera encerrar la vida de ella…Su cariño. Y yo, me dejo arrastrar por esa cascada y cayendo poco a poco, me siento parte de ese embrujo entre aquel aquí y aquel allá…Y entonces recuerdo a San Agustín, que no se preocupó en señalar fronteras entre la fe y la razón.

Extasiada por el viaje que El Poeta me ha invitado a disfrutar, sintiéndome sin palabras, perpleja, llego al borde del camino con mi humilde entendimiento. ¡Desorientada y dulcemente aturdida ante tanta simplicidad y a la vez tanta complejidad! Los encuentro todavía sentados, Ella y El Poeta. Ella, sentada muy distinguidamente en un sillón de brazos grandes, como si éstos quisieran abrazarla y atraparla para retenerla entre nosotros. Pero solamente la magia del Poeta, encerrada en su Elegía, es capaz de retenerla, de atraparla, de inmortalizarla aquí, para siempre, para nosotros, los mortales. Y lo logra cantándole, como en una cascada de agua sin rumbo, pero siempre con rumbo cierto y natural.

Y mientras vago por los versos de ésta Elegía fantástica y mientras me deleito en el recuerdo de Doña Cristina, un trozo de un poema, POETA, me hiciste recordar. Unos versos de Rainer Marie Rilke, que se los he pedido prestados hoy, Poeta, para decirte de otra manera lo que me has hecho sentir:

Esta es la nostalgia: habitar en la onda

Y no tener patria en el tiempo.

Y éstos son los deseos: quedos diálogos

De las horas cotidianas con la eternidad.

 

Lourdes Chamorro César

Nicaragua, 15 de febrero de 2010.

Cajas de lágrimas vacías

Era un 28 de diciembre. Tenía yo ocho años y vivía con mi abuelita y mis nueve hermanos y hermanas, pues mi mamá murió cuando yo nací podría decir. Mi papá se iba toda la semana a trabajar fuera de la ciudad y llegaba solamente los fines de semana.

Ese 28 de diciembre, desde muy tempranito mis hermanos y yo, planeamos con mucho cuidado, las bromas que durante el día usaríamos para vacilar a quien se nos pusiera enfrente. Teníamos una apuesta a ver quién sería capaz de engañar más y a más personas y algo extra para la originalidad. Andábamos en grupo y si uno hacía la broma, los otros observaban y apuntaban.

El premio eran cinco córdobas, que le habíamos robado de peso en peso a mi abuela durante la semana y un córdoba extra por la originalidad.

Nunca imaginé que además de ganarme los seis córdobas solamente para mí, ganaría también un triste recuerdo y un sentido de culpa que me perseguiría por muchos años. Hoy, después de mas de 40 años, llevo en mí aquella experiencia de ese 28 de diciembre, cuando Don Aniceto, el jardinero descalzo, callado, humilde y confiado, aceptó con una gran sonrisa un regalo con empaque atractivo, adornado con un moño rojo sangre brillante que yo le ofrecí. Nunca olvidaré cómo su sonrisa, se transformó en una mueca acompañada de una casi invisible lágrima, cuando al abrir el regalo, encontró que la caja estaba vacía y antes de que pudiera arrepentirme, yo misma me escuché diciendo: ¡Pasó por inocente!

Años después, en un funeral, pero muchos años después, aquella caja vacía con empaque atractivo, que hizo aparecer una casi invisible lágrima en el rostro de aquel hombre humilde y confiado, volvió a mi memoria de esta manera:

Hace poco, me encontraba en La Parroquia de la Asunción de Masaya en la misa del entierro de un ser muy cercano a mí. Murió en los Estados Unidos, por consiguiente, el ataúd era diferente a los de Nicaragua. Podría describirlo como muy flamante. Era gris, con remaches plateados; un brillo tenue se desprendía del ataúd, por los efectos de los últimos rayos del sol que se filtraban por las ventanas. Daba la impresión que el ataúd era mas grande y mas ancho que los que estamos acostumbrados a ver.

Sumergida en mi dolor y para no enseñar mis ojos aguados por la emoción del momento, los escondí detrás de mis anteojos oscuros. No me di cuenta que tres niñitas humildes, haraposas y bastante sucias, se entrometieron prácticamente en mi banca para curiosear. Yo estaba sentada en la esquina, dando a una ventana, por lo tanto era cómodo para ellas ubicarse ahí, cerca de la ventana y cerca del ataúd.

A la hora del Padrenuestro, una de las niñas me tomó de la mano para rezar y las otras tres, hicieron lo mismo hasta que formamos una cadena. Me emocioné más todavía. Volví a ver a la niña y a través de mis anteojos oscuros, le sonreí a manera de aprobación. Al terminar de rezar, ella me guiñó la mano como para decirme algo. Agachándome yo y empinándose ella, me susurró al oído una pregunta tan inverosímil para mí y tan natural para ella, que todavía resuena en mis oídos: ¿Es nuevo ese ataúd? E inmediatamente, como queriéndome salvar de la respuesta, prosiguió: porque en mi casa, ya van cinco que se entierran con la misma caja y ya está viejita…

Como si la pregunta hubiera activado un botón para retroceder una película antígua, mi memoria revolvió los recuerdos, retrocediendo en el tiempo como una máquina automática deseosa de reparar algún error de antaño. Me encontré con Don Aniceto abriendo aquella caja de empaque atractivo que yo le diera un 28 de diciembre hacía tanto, tanto tiempo. Mis ojos se humedecieron aún mas detrás de los anteojos oscuros; solamente yo lo supe y en medio de tanta emoción encontrada, pude distinguir mi oportunidad.

Le pregunté a la niña dónde vivía y al día siguiente, con mi carga preciada de víveres, juguetes y un ataúd nuevo, me dirigí con el chófer a Monimbó, en busca de la niña: de la esquina con la casa de adobe -me había explicado- donde siempre hay dos perros bullangueros amarrados, siga dos cuadras palante y en la segunda cuadra, de “La Remendona“, dos casas mas para allá es mi casa, rumbo al cementerio. Usted verá, Doñita, un palo de jícaro requete cargado de semillas y como mi abuelita que nos cuida, hace jícaras, pues también verá jícaras en la entrada de la casa.

…Tan tan (golpeo), buenas tardes. No había terminado de golpear la varanda de madera que protegía la ventecita de jícaras recién grabadas, cuando una voz me responde: Adelante ¿Desea comprar jícaras? ¿Cuántas quiere? No, no -le digo- sí, sí, deme una docena…pero…vengo porque me encontré ayer con su nietecita en la Parroquia…La mujer, mas o menos de mi edad, me queda viendo, como que en ella también hubiera una máquina del tiempo. Pensé que así debió de haber sido mi expresión el día anterior, cuando la mía me hizo retroceder tantos años. La mujer, me queda viendo y lentamente, como movida por una fuerza extraña, me pregunta, al mismo tiempo que me toma las dos manos entre las suyas: ¡¡¡¡Hola, niñita Mariita de la Urden!!!! ¿No se acuerda de mí? Soy la Chentita…que llegaba a su casa de su abuelita con mi papá Aniceto. Un zumbido lejano invadió mi entendimiento y me encontré dentro de mis recuerdos, jugando con la Chentita en el patio de atrás de mi casa en Granada, especialmente aquel día de Los Inocentes, donde también su carita se llenó de tristeza…

Han pasado ya dos años…

La niña, su nietecita, cada vez que las visito, me toma de la mano y me lleva al patio de atrás de su casita humilde, para enseñarme con orgullo aquella caja vacía, que cuelga muy flamante del alero. La Chenta sacude todos los días el polvo que acaricia la superficie del ataúd, que sigue en espera de un nuevo usuario. Yo, sigo recordando a Aniceto y aquella caja vacía con un moño rojo, que un día hace ya muchos años, le sacó una casi invisible lágrima.

Lourdes Chamorro César

S. XX