LourdesChamorroCésar

La colección de escritos de Lourdes Chamorro César

Month: February, 2013

¿Estás ahí, soledad?

Cansada de dar volteretas,
encuentro refugio en mi cama
y vuela el pensamiento.

Visto mis zapatillas rosas
y aún despierta,
sueño.

Busco con ojos del alma
el intangible punto
que me eleva.

Y con mis zapatillas rosas
bailo con la lluvia
y con los narcisos.
¿Estás ahí, soledad?

Lourdes Chamorro César.
2 de noviembre de 2001.

Panacea

Desde la crueldad
de este gris invierno,
sorda y confusa,
se asoma
en el linde de la fuente,
la voz del ruiseñor.
Se vislumbra torva,
cuando veloz,
el abrumador extravío
le niega la panacea.

El atizado abismo
su canto estremece
y en su melodía,
desde el proscenio de su savia,
de hinojos y con lágrimas,
trémulo y perdido,
ve pasar la displicencia
de los imprudentes
y crueles desaciertos
que un juglar itinerante,
sin conciencia, proclama.

Desde el engaño
de ese gris invierno,
imagino triste y tímido
a un poeta que,
como en fábulas de Esopo
o de Homero las proezas,
con su gesta heroica y valiente
y el sortilegio
del noble afecto,
es el único en esta orbe
que puede sofocar
los crueles lances
que recibe el sentimiento.
Y así la ventura compense
en el infinito cosmos
las quimeras de los cierzos.

Lourdes Chamorro César.

3 de junio del 2011

1981

Rondan que rondan las sombras.
Es el viento  que baila entre rama y rama
o quizás la nube que divaga entre sol y tierra.
¿O será que es la muerte que con su capa negra
cubre el suelo inerme de mi herida patria?

Gris de  compungidos atardeceres
y en atribuladas auroras sumergida.
¡Oh, quimeras que nos da la vida!
Mientras unos se ufanan de patriotas
otros que de verdad te aman, de exilio mueren.

St Louis,  Mo. EE. UU.
1981

El muchacho y la traidora

La traidora:

¿Querés venir conmigo?
Te llevaré al infinito
donde  no hay preocupaciones
ni dolor, no conciencia o memoria.
Todo es blanco y dulce
donde el mundo acaba
y comienza la eternidad.
Vos y yo,
atrapados en la huella
de la magia de mi abrazo.

Muchacho,
¡Dame una oportunidad!

Muchacho:

¡Gratificante!
Llévame a volar,
no quiero aterrizar,
no pensar ni recordar.
Llévame
cerquita del cielo
no lejos del mar.
¡No te vayas!
¡Quiero más!
Más de tu arrullo
más de tu abrazo.
¡Necesito escapar!

La traidora:

(SILENCIO)

Muchacho y la traidora:

¡Traidora!
¿Traidora yo?
¡Si, vos!
¿Por qué?
¿Dónde estàs?
No te siento.
Imposible alcanzarte,
me dejaste entre nubes.
¡Traidora!
¿Y ahora qué?
Sigue tu camino, roba o trabaja
para conseguirme.
Véndeme o mercadea
para obtenerme.
Soy poderosa y
en vos soy eterna.
¡Me burlaste, traidora,
me burlaste!

Traidora:

(SILENCIO)

Muchacho:

¡TRAIDORA!
Nunca me dijiste que tenías precio.
¡Prisionero soy
de tus alucinaciones,
de tus burlas,
de tus efectos!
¡TRAIDORA!
¿No te das cuenta que
Necesito más de ti?
¡Más y más
Y cada día más!
¡Traidora!
Me atrapaste con tus cantos de sirena
Años ha, años ha…

Quien escribe el relato:

Un silencio alarmante
hace eco en los volcanes.
Una avalancha de sueños
arrastrados
como troncos indefensos
van a perderse al mar.

Y con ello
La muerte cívica de un niño grande
sucede poco a poco entre los vivos
y un milagro latente
en cadena de plegarias
se sostiene en el universo
por cienes de corazones y labios.

¿Será que existen los milagros
donde parecen no caber?

Lourdes Chamorro César.
15 de octubre de 2012

Las matemáticas y un sueño de infancia

Sabiendo que los hijos y nietos nos visitarían pronto, una noche ya medio dormida, se me ocurrió una idea brillante: construir una casita de muñecas en mi patio de atrás para ellos. La casita de muñecas que nunca tuve.

Me  levanté al día siguiente muy temprano – una mañana de aquellos amaneceres de mayo – con una ilusión de esas que parecen un estreno de Semana Santa; ilusión de niña como si la casita fuera para mi. Llamé al carpintero y mandé a mi conductor a recogerlo. La prisa me embargaba y la adrenalina se desbordaba impaciente.

“¿De qué tamaño la quiere?” me pregunta Will, el carpintero. “Vamos al patio”, le digo, “te voy a enseñar de qué tamaño la quiero”.  Salimos y me dirigí al palo de aguacate que hace unos años sembré en el costado derecho de la terraza. Me posiciono, abro los brazos y le digo: la quiero de este tamaño, desde aquí, hasta aquí. Will saca su cinta métrica y mide; le tengo que ayudar porque queda corta con respecto a mis medidas. Anota en un papel los números y cuando termina, me queda viendo y me dice: Señora ¿sabe usted lo que es una casita de muñecas de 4×4?  “¿Es muy grande, entonces?” le pregunto…“bueno”, me dice, “es el tamaño del cuarto donde dormirá su nieta Vanessa”. “Umm, tiene usted razón”,  le digo, “pero son seis nietos, más los nietos de mis vecinos y además los que vendrán después; la quiero grandecita”.  El carpintero se fue con las medidas y quedó de llegar al día siguiente con el presupuesto.

Pasó lento el día y mi esposo, por la noche -al regresar del trabajo- me pregunta si ya mandé a construir la casita de muñecas (ya todos saben el entusiasmo que me embarga con ese proyecto). “Ya vino Will y ya todo está caminando, mañana me trae el presupuesto”,  le digo. “¿Y de qué tamaño?”, me pregunta. “De 4×4″. “¿Qué? eso es inmenso”, me responde. “Pero son seis nietos,” le digo, “y los que vendrán”.  “Vanessa ya tiene 14 años”,  me dice “y no jugará en la casita”,  “pero la va a visitar”,  le respondo. “Gabriela tiene seis meses y Andrea tres,  así que no jugarán por lo menos en los próximos dos años…entonces quieres esa casita tan grande para Enriquito, Ceci y Lilita’’ -y se queda pensando, para proseguir con sus argumentos-  “y Enriquito preferirá jugar a los piratas con sus primitos, entonces solamente para Ceci y Lilita; creo que la deberías de hacer un poco más pequeña”.

Sintiendo que una vez más mis alas están siendo recortadas y acostumbrada a resistir el desencanto de ese trunque de alas, me acomodo en la silla, lo quedo viendo y le respondo: esperemos el presupuesto,  si sale muy alto, entonces le recortaré un metro. En eso quedamos y al día siguiente llegó el carpintero Will con el presupuesto y el sketch de mi flamante casita de muñecas.

Dos mil dólares, me dice Will. “¿Qué? no Will, no estoy loca”. “Señora, le dije que la madera está cara y que es demasiado grande; cada metro cuesta dinero”.  “Entonces, déjame pensarlo”, e inmediatamente le pregunto: Will, si le recorto un metro, baja el costo ¿verdad?” “Por supuesto que si, señora; y le haría el ajuste”. “Ok Will, mañana te aviso, pués la quiero para el 31 de mayo”.

Esa noche, le cuento a mi esposo lo del presupuesto. “Ya la pensé”,  le digo,  “tal vez le recorte un metro, pero no creo que valga la pena, porque son cuatro metros y si divido cuatro entre 2.000, lo que me ahorro son 500 dólares y por 500 dólares, mejor la hago de cuatro metros ¿Qué dices tu?” Le pregunto. Mi esposo se carcajea y me dice: no, no es un metro, es casi la mitad; acuérdate que son metros cuadrados…son 16 metros cuadrados contra nueve metros cuadrados”.  Incrédula y maravillada, no me queda más que interrumpirlo: ¡Caramba! ahora entiendo por qué te gusta tanto las matemáticas, es mágica; de un solo romplón, con solo quitarle un metro a la casita, las matemáticas me ahorran un montón de plata…¡no lo puedo creer!

Y así, entre pequeños y deliciosos argumentos familiares, risas y medidas tras medidas, sumando y restando, fue cómo la casita de muñecas de mis sueños de infancia, fue erigida majestuosamente bajo la sombra de mi palo de aguacate. Su nombre: LA ESCUELITA; así Enriquito también puede jugar en ella. Sus medidas exactas: 4×4. Porque aunque las matemáticas me ahorraban dinero, las medidas que en mis sueños se incrustaron en mis brazos abiertos, no me dejaron razonar matemáticamente.

Además, una sublime y traviesa rebeldía restringida y adormecida por años, sintió su momento bajo el sol de florecer. Ese tipo de rebeldía que no le hace daño a nadie…y es que mis alas se negaron rotundamente a ser recortadas, porque las matemáticas no tienen nada que ver con esos hermosos sueños que se sueñan desde la temprana infancia.

Lourdes Chamorro César

22 de agosto del 2012

Un 14 de febrero…años ha

Tenía yo 15 años cuando recibí por correo, desde los Estados Unidos, una tarjeta inmensa, amarillo brillante, adornada de corazones rojos.

Para Usted, señorita…me dice el cartero en la calle, casi en la puerta de mi casa. Me extiende un inmenso sobre amarillo. Era tan grande que no cabía en su mochila de cartero y por lo tanto la traía debajo del brazo. Cómo no se cae de la bicicleta, pensé, al verlo que la maniobraba solamente con una mano…

En vez de entrar a mi casa, crucé la calle corriendo con la tarjeta en mano y golpeé la puerta de la casa de mis primas las Lacayo, emocionada al leer el remitente. Alguien, desde su recién estrenada circunstancia de universitario, me recordaba y me lo estaba dejando saber con tremendo detalle. Reconozco hoy, que un motivo más serio que ese pensamiento, es el que me hizo ese día correr donde ellas…el misterioso mensaje que en grandes letras rojas leía: Happy Valentine’s Day.

¿Qué es esto? Les pregunté, enseñándoles la flamante tarjeta ¿Saben lo que dice ahí en inglés?

No sé, me dice una de ellas. Ni idea, vamos donde Cristo, él debe de saber. Cristo, el dueño de uno de los kioskos del Parque Central que vendía las leches malteadas rosadas más deliciosas del mundo (como si hubiera probado yo otras para decirlo). Por supuesto que Cristo tampoco supo traducir la leyenda de la tarjeta, pero le cayó muy en gracia y nos invitó a una leche malteada.

Regresamos a la casa de las primas con nuestro tesoro importado directamente de los USA. Digo nuestro tesoro, porque para entonces, la tarjeta ya era de todas, la emoción y el misterio se habían apoderado del vecindario. Entre risitas de complicidad, curioseamos al revés y al derecho la inmensa y colorida tarjeta. Era hipnotizante todo el asunto y ¡estaba escrita en inglés, con sellos de correo de los USA! Ni mis amigas podían creerlo…¡Una tarjeta que llegaba desde aquellos lugares tan sofisticados! Me emocioné, lo reconozco, pero el misterio del mensaje “Happy Valentine’s Day”, se elevaba por sobre toda otra atracción ¿Quién es Valentine? Nos preguntábamos ¿Y esos corazones rojos?

Imposible adivinar lo que significaba la leyenda en inglés, y aunque sabíamos lo que significaba HAPPY y DAY, el VALENTINE era lo que nos enredaba ¿quién será Valentine? Y así, entre curiosa y frustrada, regresé a mi casa, a la vez que feliz de saber que al otro lado del mundo alguien me pensaba. Intrigada y frustrada por el mensaje en inglés que ni mi abuela, ni mi nana, ni Cristo, ni mis inteligentes primas de enfrente habían podido descrifrar, la guardé en mi ropero de caoba planeando dormir con ella al lado de mi almohada, aunque no supiera lo que la leyenda significaba. Hoy pienso lo fácil que hubiera sido saber su significado, gracias a mi mejor amigo, GOOGLE.

Por la noche, finalmente uno de mis hermanos que tenía una novia medio gringita, satisfizo mi curiosidad y develó el misterio de la leyenda. Hasta Cupido saltó con su arco y su flecha.

Así fue cómo a mis 15 años, mi conocimiento provinciano del mundo para ese tipo de celebraciones, se sofisticó en cierta forma, haciéndose parte de las mías y la tarjeta se volvió famosa entre mis amigas y yo, me sentía importante por haber sido la escogida por el destino para descubrir e introducir desde ya a mi calendario y al de mis amigas, una fecha más para celebrar y ¡qué fecha!

Al mismo tiempo, supe lo que significaba tener un enamorado platónico al otro lado de mi mundo, pués parece que el único propósito de esa tarjeta, fue hacerme saber que existe un día especial para celebrar el amor y la amistad.

Hoy, la tarjeta, su leyenda y el nombre del remitente, inevitablemente forman parte de un recuerdo sublime y puro que permanece en mí, inalterable.

Lourdes Chamorro César

14 de febrero del 2013