Lourdes Chamorro César, (Granada, Nicaragua, 18 de abril de 1952). Su madre murió cuando ella era muy joven y fue educada por su abuela junto con sus seis hermanos. Cursó la primaria y secundaria en el Colegio Maria Auxiliadora de Granada, y posteriormente entra a la Escuela de Derecho en la Universidad Centroamericana (UCA) en Managua.
Aunque siempre aferrada a la familia, los recuerdos y los olores de su tierra, (sensiblemente entretejidos a su infancia y adolescencia), junto a su esposo y sus hijos (una hija y cuatro varones), ha vivido desde 1972, año en que se casó, en medio de una agenda viajera. En 1979, la situación política de Nicaragua, la obliga, junto a su familia, a refugiarse en un exilio largo y nostálgico de patria. Sus estudios de Derecho quedan truncados a las puertas de recibir el título. Por largas temporadas, junto a su esposo y sus cinco hijos, la lleva a vivir en países como Colombia, México, Bélgica y los Estados Unidos.
De esos años de distancia, evasión y convivencia familiar, se fundamenta su recia personalidad, establecida por los retos y sacrificios que la vida hogareña implica, complementados con sus estudios universitarios, pues obtiene una Licenciatura en Humanidades en la Universidad de Missouri en 1995, siendo a la vez, asistente del área de español en la escuela de Post Grado de la Universidad de San Luis, en los Estados Unidos.
Cuando vivía en Bélgica, en 1998, gracias a su espíritu humanista y a su alto sentido de la solidaridad, se dedica a conseguir ayuda para los damnificados por el huracán Mitch, logrando conseguir importantes donaciones para los más necesitados
En el año 2001 se traslada a Nicaragua a apoyar de lleno la candidatura a la Presidencia de la República de su suegro, Ingeniero Enrique Bolaños Geyer, consciente de que éste llevaría adelante un proceso de renovación ética en la clase política de su país.
Trabajó sin salario para la Oficina de la Primera Dama de la República, contribuyendo con programas sociales.
Desde niña, desde colegiala, desde su rol de madre, desde siempre, ha sido espectadora y lectora voraz de teatro, de poesía, así como de la historia y la literatura en general. Coleccionista de Diccionarios y de sueños. Su pasión por la literatura, que desde su cuna hereda, en su infancia fue motivada por su padre y posteriormente, por las monjas salesianas que vislumbraron en su pluma talento y en su personalidad, disposición para el teatro.
Amante de las tertulias familiares, de la niñez que siempre bulle y salta, de la adolescencia que siempre le faculta destellos de felicidad o de nostalgia en sus conversaciones, en sus poemas, ya publicados en suplementos y revistas y en su obra teatral El Palo de Mamón, el cual da nombre, y pie, a su primer libro, con el cual la autora pone a prueba de fuego su irrupción en la escritura teatral. Obra escrita con rigurosidad discursiva. Con vigorosidad y carácter escénico, en el que la acción se va desarrollando en un ámbito realista y fantástico, que por momentos parecieran imágenes contrapuestas a la experiencia novelística, ―realista y fantástica―, del mundo isabelallendiano.
En efecto, tanto la obra de teatro ya publicada y llevada a escena en cuatro ocasiones, como su prosa y poemas inéditos y listos a ser publicados, están elaborados en el génesis de unas “memorias sueltas”, que la autora fue escribiendo en el anverso de las recetas médicas, en las agendas anuales, en cuadernos del tiempo y en servilletas de aviones.
En ella convergen, con intensidad dramática, las inquietudes religiosas y filosóficas, a veces mediante la expresividad del realismo coloquial; otras veces, la diversidad de su pluma, nos hace viajar por distintos mundos, ya sean existentes o imaginados, como veremos en su segundo libro, próximo a ser publicado.
Actualmente la autora reside en Nicaragua.