Ella y el poeta
Abrí una puerta y entré a un mundo mágico. Me encontré de pronto frente a dos personajes maravillosos. Ellos no me veían, pero yo podía escuchar cada frase, cada verso, cada razonamiento, cada historia y cada experiencia, de lo que el Poeta le decía.
Ella, sentada muy distinguidamente en un sillón de brazos grandes, como si éstos quisieran abrazarla y atraparla para retenerla entre nosotros, escucha. Cerca, muy cerca de ella, está el Poeta que le canta, dotado de gran carisma y sabiduría. El Poeta le habla, como si ella pudiera escuchar. ¿Y quién nos dice que no es así?
Me adentro entonces, con mis pies descalzos (me gusta andar descalza) y mi mente despierta, en un camino que a todos nos inquieta, pero que pocos sabemos cómo contarlo a los demás. Solo Ella y el Poeta se entienden, solo ellos hablan, pero todos escuchamos…Yo, escucho absorta, con mis pies descalzos y mi mente despierta.
Recojo imágenes. Algunas llenas de misterio, otras sublimes, otras terrenales que son retazos quizás de algún recuerdo temprano….Inquietudes eternas. Nostalgia de pecados veniales. De pronto, siento una gran curiosidad por descubrir lo que yo quizás crea saber o quizás no, porque me lo habrán tratado de contar alguna vez o porque lo he vivido o porque lo presiento en el fondo de mí misma, desde que yo también, comencé a tratar de responder mil preguntas que no tienen respuesta porque simplemente somos de éste mundo todavía.
Encuentro una mezcla de dos mundos fantásticos, donde no hay fronteras entre lo terreno y lo eterno. Donde el Poeta se deja llevar como una cascada de agua sin rumbo, pero siempre con rumbo cierto y natural. El agua va cayendo, a veces suave, a veces con prisa, como que en éstas palabras, él quisiera encerrar la vida de ella…Su cariño. Y yo, me dejo arrastrar por esa cascada y cayendo poco a poco, me siento parte de ese embrujo entre aquel aquí y aquel allá…Y entonces recuerdo a San Agustín, que no se preocupó en señalar fronteras entre la fe y la razón.
Extasiada por el viaje que El Poeta me ha invitado a disfrutar, sintiéndome sin palabras, perpleja, llego al borde del camino con mi humilde entendimiento. ¡Desorientada y dulcemente aturdida ante tanta simplicidad y a la vez tanta complejidad! Los encuentro todavía sentados, Ella y El Poeta. Ella, sentada muy distinguidamente en un sillón de brazos grandes, como si éstos quisieran abrazarla y atraparla para retenerla entre nosotros. Pero solamente la magia del Poeta, encerrada en su Elegía, es capaz de retenerla, de atraparla, de inmortalizarla aquí, para siempre, para nosotros, los mortales. Y lo logra cantándole, como en una cascada de agua sin rumbo, pero siempre con rumbo cierto y natural.
Y mientras vago por los versos de ésta Elegía fantástica y mientras me deleito en el recuerdo de Doña Cristina, un trozo de un poema, POETA, me hiciste recordar. Unos versos de Rainer Marie Rilke, que se los he pedido prestados hoy, Poeta, para decirte de otra manera lo que me has hecho sentir:
Esta es la nostalgia: habitar en la onda
Y no tener patria en el tiempo.
Y éstos son los deseos: quedos diálogos
De las horas cotidianas con la eternidad.
Lourdes Chamorro César
Nicaragua, 15 de febrero de 2010.