LourdesChamorroCésar

La colección de escritos de Lourdes Chamorro César

La Lupe y la pérdida parcial de mi inocencia.

Me crié bajo los cuidos de mi abuela y las empleadas. En aquella época se acostumbraba adoptar una HIJA DE CASA, ya sea pariente de alguna de las empleadas, o proveniente de las haciendas. Su trabajo era “entretener” a las niñas: jugar con ellas, peinarlas o hacerles mandados; a cambio, iban al colegio y aprendían los oficios de la casa; especialmente en el caso de la Lupe, era su trabajo mas importante el de poner la mesa.

La Lupe era de mi edad: diez años. No se llamaba Lupe, sino Lourdes como yo. Sin embargo, le pusieron Lupe pues decían que muchas Lourdes en la casa, no podía ser. Le cambiaron su nombre. Sentí algo raro dentro de mí, pues a mí me gustaba mas el nombre que las dos llevábamos desde la Pila del Bautismo. Sin embargo, la Lupe no se alteró para nada y yo, en agradecimiento porque me dejó a mí el privilegio de llevar el propio nombre que recibí en la Pila Bautismal, la hice mi mejor amiga dentro de mi propia casa. Era un secreto entre nosotras, entre la Lourdes que era la Lourdes y la Lourdes que desde que llegó a mi casa, era la Lupe.

Nos hicimos inseparables, mas llegó con la Lupe la pérdida parcial de mi inocencia. Me enseñó la Lupe a ponerme un fríjol en el ombligo sostenido por una cinta adhesiva para que me diera fiebre. Aprendí que los hijos no nacen de los senos. Aprendí que El Niño Dios no era el que ponía los juguetes. Aprendí a esconderle los anteojos a la Mimi para cuando ella los buscara, fuera yo quien los encontrara. Aprendí a caminar descalza, así no se dieran cuenta que escuchaba muchos secretos detrás de alguna puerta. También aprendí con la Lupe y de la Lupe a hacerme morados en las piernas, para llamar la atención y así me sobaran con zepol y con cariño. Aprendí a ponerme muchos fustanes debajo de la falda, para que la tajona de la Mimi no me alcanzara la piel. Me enseñó la Lupe a subirme a los palos para cuando quisiera escaparme del mundo. Me enseñó a cantar las canciones de Peñaranda y su Conjunto y a bailar sobre el planchador, para deleite de todas las empleadas del patio de atrás. Pero sobre todo, con la Lupe saboreé por primera vez en mi vida el gusto al dinero.

La Lupe ponía la mesa y a decir verdad, no era su actividad favorita. Un día me pidió que la pusiera yo y que a cambio me daría cinco córdobas. Lo hice a escondidas y fue tan buena la experiencia, que todos los días me pagaba la Lupe para que yo hiciera lo mismo. Era tan bueno tener dinero para compartir y poder comprar todos los libros y juguetes de la Librería Cristina Morales, que mi abuela misma se sorprendía de lo temprano que estaba la mesa puesta.

Un día, mi hermana mayor, encontró a la Lupe cerrando uno de los roperos de luna de mi abuela. Tenía en su mano izquierda cinco córdobas. Entonces comprendí por qué la Lupe me enseñó muchas cosas, pero nunca me enseñó a abrir el ropero de mi abuela. Desde ese día la Lupe desapareció de mi casa. Años después supe que murió de parto a los quince años.

A mí me mandaron a confesar con el Padre Morales. Eran tantos los pecados, que hice lo que la Lupe también me había enseñado; dije unos dos o tres de los menos graves y después, con mi vocecita solamente ya medio inocente, le dije al Padre que me perdonara todos mis pecados OLVIDADOS POR CONVENIENCIA. Hoy, creo que el Padre comprendió, pues todavía siento un ruidito en mis recuerdos, que con el tiempo descifré que era una carcajada contenida, proveniente de la ventanita de aquel oscuro confesionario. Desde entonces supe también que no existen por aparte el bien y el mal, sino que los llevamos por dentro, hasta que aparece una Lupe. Quizás la Lupe tuvo a una Lupe en su vida también, aunque hoy creo que no era mala, solamente traviesa. Era también “cool“ la Lupe. Siempre la recuerdo, quizás porque con ella llegó la pérdida parcial de mi inocencia.

Lourdes Chamorro César. S. XX.

Roce de alas

¿Cómo te llamas? Pregunté.
No importa el nombre, respondiste.

¿Eres un ángel?
Por qué lo dices, me dijiste.

Porque los ángeles
así aparecen, de repente,
sin anunciarse,
sin hacer ruido.

Solamente se asoman
y por el roce de sus alas
sentimos su presencia
y se nos va del alma el frío.

Lourdes Chamorro César.
Miami, 27 de octubre de 2011.

Hermanas

Peleábamos día y noche
y  mechas de cabello
entre los dedos quedaban
cuando de tirones nos dábamos
hasta hacernos llorar.

Y al ser yo  menos delgada
sus camisas estiraba
y ella me arañaba
y yo la pellizcaba
y entonces la Mimi
mandaba a la Teresa
a llamar al Padre Morales
Para que Agua Bendita nos echara
pues según los parámetros
de la disciplina educada
estábamos quizás endiabladas.

Dicen los recuerdos
que en sus manos casi muero
aquel día que el anillo
de mi amado escondió
por venganza y castigo
de su blusa arruinada
y al saberme ofendida
y ultrajada
como una fiera enjaulada
contra ella me lancé
con las claras intenciones
de arrebatarle el tesoro
y ella más veloz y avispada
una percha de madera
en mi garganta cruzó
y entre pared y percha
sucumbieron mis pulmones
y al yacer yo desmayada
ella, asustada
el anillo devolvió.

Y de repente crecimos
y dejamos de ser niñas
y nos casamos
y vinieron los hijos
y el amor y la distancia
y la vida
a apreciar nos enseñó
todo aquello que es valioso
aún los tristes recuerdos
porque es gran dicha en este mundo
el compartir con la hermana
aún recuerdos viejos
de viejos pleitos sufridos
y que a la memoria llegan
cuando hoy
volvemos a vivir
con una copa de vino
y a la lumbre de una vela.

Pellizcos y arañazos
que ahora son caricias
que traen suave brisa
de aquellos tiempos idos
que secan nuestras lágrimas
que nos acercan las almas
que nos pintan sonrisas
y nos besan y abrazan…

Lourdes Chamorro César.
Nicaragua, 8 de agosto del 2011.

Desde mi tierra a tu cielo

Nueve años ya vividos,
y la orfandad de mis hermanos
me enseñó a ser madre.
Mi brazos inexpertos y frágiles
no eran sus brazos,
mi regazo, no era su regazo,
ni mi perfume exhalaba su aroma.

Hoy mamá, yo te celebro
desde mi tierra a tu cielo.
Quiero evocar las memorias,
despojada de mis miedos.

¿Qué recuerdo de ti, Madre?

Sí, la tersura de tus manos,
el olor exquisito de tu abrazo
en aquella mi noche febril
que como ave desvalida yo temblaba.
El arrullo de tus brazos,
El roce de tu pecho
en mi cabello ondulado,
la frazada protectora
y aquel dulce beso
que en mi frente plasmaste.

Tu falda llena de flores,
a los caprichos del viento.
Una visita al Santísimo
en la dicha de aquella tarde
que escogiste mi compañía.
Y luego marcando el paso
con tus livianas sandalias,
caminamos por el parque;
un saludo a tu amigo Cristo,
el sabor de una leche malteada.

Recuerdo tu vientre lleno de vida
tres veces más,
después de haberme dado la mía.

De los rayos de la Virgen Milagrosa,
recuerdo sus destellos
guardados entre tus sedas,
esperando celebrar su día
y yo, cuando abría la gaveta, escondida,
sentía que había descubierto
un pedazo de algún cielo.

Recuerdo el chinelazo
que me tiraste aquella tarde,
porque alguna travesura
habría logrado hacer
y al escapar del castigo,
como una gacela,
tu chinela alcanzó
suavemente mi espalda.
¡En qué deliciosa caricia
he convertido ese lance!

Tu vientre ya delgado
visualizo,
cuando ya entre tus brazos,
dormían tomando turno
mis hermanos.

Saltan mis recuerdos
al compás de los nacimientos
y encuentro la estampa
que grabó en mí,
tu última imagen:

La procesión fúnebre
contigo de princesa,
bella, serena, sonriente, dormida,
con las mejores galas vestida,
para decirme adiós.

Mamá, por eso y más,
a mi manera, hoy te celebro
desde mi tierra a tu cielo.

Lourdes Chamorro César.
30 de mayo de 2010

 

Cuando ya el alma no hable

Cuando la ausencia es el lecho
y el silencio la almohada
de una presencia amada…

Cuando el cielo es gris
y la amenaza de lluvia es eminente
en vez de diáfano y transparente…

Cuando muy dentro de la razón
un pájaro carpintero del árbol sensitivo
martilla  su tronco fuerte…

Cuando llegamos ávidos de sed al río
pero el orgullo en los labios,
para mojarlos, es impedimento…

Cuando mil preguntas el alma inquietan
y no quieres  inquirir
presintiendo que no hay respuestas…

Cuando llega la noche
y cien fantasmas se acercan
haciendo alardes entre piruetas…

Cuando finalmente algo se dice
por cuestión de cortesía
y las palabras son gélidas, esquivas…

Cuando esto y más nos invade
tempestivamente el alma,
es tiempo bajo el cielo
de guardar silencio
y en Dios, buscar la calma…

Deja ir entonces
lo que pinta de gris tu cielo.
Acalla el pájaro carpintero,
sella los labios y aléjate del río,
tus preguntas guarda
y que desfilen los fantasmas
cuantas veces quieran.
Hacen menos daño que el frío.

Cuando ya el alma no hable,
seca con honor tus lágrimas,
recoge del silencio
el color azul del cielo,
empaca con instantes tu maleta,
vístete de valiente
y entonces, vete.

Lourdes Chamorro César.
8 de enero de 2011.

¿Por qué las flores del malinche son rojas?

Tamagaz era el hijo del cacique Tamagaz Juri y según disposición de los ancianos de la tribu que habían estudiado las estrellas desde que Tamagaz vino al mundo, la esposa debería poseer ciertas cualidades, no solo físicas, sino también cualidades únicas y gracia revestida de cierta magia embrujante, acorde con la casta de la propia cuna de Tamagaz, ya que sería el cacique de la tribu, cuando su padre desapareciera.

Soche, aunque no era de la cuna misma de Tamagaz, reunía las suficientes cualidades para ser desposada por el partido mas codiciado en toda la región de lo que se llamaría América años mas tarde. Soche, india chorotega muy agraciada, era la admiración de quienes la habían visto crecer. Esbelta, con unas piernas largas que hacían compararla con los pavos reales, de pelo sedoso y a diferencia de todas las demás indias, era ondulado y era su cabello una de las señales que los ancianos del consejo, habían identificado como un mensaje de las estrellas, pues por ser diferente, era de seguro la escogida por los dioses para ser la esposa de Tamagaz. Sus ojos eran otra incógnita, pues en vez de ser achinados y pequeñitos, la redondez y la inmensidad de ellos, invitaban a sumergirse en la profundidad de su mirada, a veces pícara, a veces tímida.

Cuando celebraban las lluvias de mayo, era Soche la escogida para danzarle al fuego y toda la tribu la rodeaba, dejando que su belleza convenciera a las nubes de que el fuego era un buen elemento para decirle a la lluvia cuándo caer y cuándo parar. Y Soche lograba convencer con su danza, no solo a la tribu, sino al mismo fuego y al mismo sol y así desde que Soche era la que danzaba para las lluvias de mayo, las lluvias nunca perdieron esa armonía entre nubes y fuego, entre lo mucho y lo poco. Y fue así que Soche cada año, cada día y cada hora, sin querer, se iba haciendo la favorita para desposar a Tamagaz.

Pero los ancianos no contaban con el corazón de Soche, el cual pertenecía desde siempre a Nayounbue.

Nayoumbue era guerrero fuerte y valiente y desde su nacimiento quedó huérfano. El Lago se desbordó un día, llevándose a la mitad de la tribu que dormía placenteramente. Nayoumbue se salvó de milagro, cuando el mono que era la mascota de su padre, había sido entrenado para cuidarlo. El mono Chongui, sintió algo raro en el ambiente ese día desde temprano y su instinto animal lo hizo hacer lo que muchas veces hacía durante el día: Tomar de la hamaca a Nayoumbue y escalar el malinche que había en la parte de atrás del rancho, entre su rancho y el de Soche, que entonces no había nacido. Así se salvó Nayoumbue de las aguas rebeldes del lago y desde entonces, Chongui era su sombra.

Desde niños, eran inseparables, Nayoumbue y Soche. Y así habían crecido y así la amistad de la infancia se había convertido en admiración mutua y luego en pasión arrebatada. Los padres de Soche adoraban a Nayoumbue, pero en el fondo tenían ambición de un mejor matrimonio para su bella hija. Nayoumbue era también hermoso, pero los padres de Soche sabían de los planes de los ancianos del consejo y así, se pasaban los días, haciendo mil trampas para alargar la unión de Soche y Nayoumbue. Mientras los padres soñaban con planes gloriosos para su Soche, estos, cada noche, se sentaban a la orilla del lago, a tejer sueños e ilusiones. Un romance inocente y puro los envolvía cada día mas y mas.

Llegó el día, donde los ancianos proclamaron una gran celebración en la tribu. Todas las tribus habían sido invitadas a celebrar el renacer de una nueva estrella en el firmamento, que la llamarían Chagualintla; la cual les anunciaba con brillantez, que había llegado el día de escoger esposa para Tamagaz. Había crecido Tamagaz en audacia, valentía y hermosura y aunque eran de diferente estrato social, él y Nayoumbue, eran compañeros de caza, con la condición silenciosa que después de la faena, cada quién tomaba el sendero a su refugio, sin dirigirse siquiera una palabra. Dicen en la tribu, que entre los dos, comenzaba a haber cierta competencia en lo que respecta a la destreza del arco y las flechas, como también de los arpones hechos de punta de pedernal. No se diga ya, en la belleza física de cada quién, que aunque nada tenían en común, sus figuras guerreras y bien formadas, cuando se adentraban en los bosques, dicen que tiraban chispas como de pedernales que se juntan.

Ese día, la tribu se engalanó, las indias todas vestidas de colores vivos, con sus mejores pulseras y collares de jade pálido verde o negro mustio, iban desfilando frente al consejo de ancianos. Aunque de manera oficial no se había dicho el nombre de la escogida, todos esperaban que fuera Soche…Todos, menos Soche y Nayoumbue.

Comenzaron el festejo, con el fuego encendido y las danzas alrededor, los tambores redoblantes anunciaban un nuevo amanecer en la vida de Tamagaz y por consiguiente de la tribu en general; Soche con su danza, traería alegría y prosperidad. El día anterior, los padres de Tamagaz habían visitado los alrededores de la tribu y un descanso bajo el malinche, había sido suficiente para alertar sobre la escogencia de la futura esposa de Tamagaz, a todos los habitantes de la región, especialmente a Nayounbue y a su acompañante, Chongui.

Los invitados y la tribu entera, esperaban el primer redoble de los tambores hechos de conchas de tortuga, cuando la noche dibujara la silueta de Soche. Los padres de Soche, habían convenido llegar primero a la Plaza principal de la tribu, que era una planicie donde hoy es la Iglesia de Guadalupe en Granada. Todo era luz, chispas, retumbo de tambores y alegría enaltecida por la chicha de garrafón que desde hacía un año, los ancianos habían enterrado en jarras de barro, en las arenas del lago, para su fermentación.

Pasó parte de la noche, entre danzas y chicha de garrafón, entre tambores y algarabía. Soche, estaba supuesta a cruzar el trecho entre la Plaza y el malinche que dividía el espacio de su hogar con el de la Plaza, cuando los encargados sonaran el primer cuernazo de cacho de toro.

Su madre la había dejado lista, con una túnica blanca, hecha de manta importada desde lo que hoy es Guatemala, hilvanada con pelo de cabra y un simple adorno de florecitas rojas y amarillas, teñido de colores vegetales, al centro de la parte delantera que bordeaba el cuello en V, que a su vez, acariciaba sus senos. Su pelo, suelto a la brisa de la noche recién asomada, llevaría un toque de jazmines también blancos, para reafirmar su virginidad, la cual era un requisito indispensable al ser entregada al Gran Tamagaz. Sus pies descalzos, serían símbolo de humildad y entrega a su nuevo dueño y sus mejillas, apenas resaltadas con una pizca de achiote molido y desvanecido con agua del mismo lago, le darían un rubor digno de la virgen que debería de ser, al desposar al hijo del cacique.

Los tambores de carey, sostuvieron su primer redoble, suave y sostenido. Todos los presentes, suspendieron su respiración, en espera de la silueta de Soche.  Un silencio absoluto, hizo que Tamagaz se impacientara y que sus ojos buscaran alrededor por su prometida. Sabía Tamagaz del atractivo que existía entre Soche y Nayoumbue, por lo tanto, sus pensamientos se regocijaron en la idea de sacarle ventaja a su siempre rival en caza y pesca. Después de esa noche, donde consumaría la unión, no habría ya importancia de la rivalidad en los bosques o en el lago, lo importante habría sido conquistado y logrado, como era humillarlo en lo que mas puede dolerle al corazón y a la dignidad: Hacer suya a Soche para siempre. Un chasquido de dedos, del anciano Mayor, lo sacó de sus pensamientos y el segundo redoble de tambores se escuchó. Los instantes seguían su marcha silenciosa para adentrarse en la noche. Soche no aparecía por ninguno de los costados de la plaza. Todos comenzaron a inquietarse.

De pronto, Chongui aparece corriendo y Tamagaz lo ve entrar al círculo sagrado del fuego. Chongui comienza a brincar y Tamagaz lo toma de la mano, mientras alrededor todo el universo se somete a un silencio pavoroso. Los padres de Soche, dejan de bailar. Los invitados tiran sus jícaras llenas de chicha de garrafón, los ancianos se paralizan, mientras Tamagaz y su padre el Cacique Tamagas Juris, siguen a Chongui a través de la plaza.

La tribu entera los sigue. En silencio caminan hacia donde Chongui conduce a Tamagaz y a Tamagaz Juri. Al atravesar la Plaza y entrar al corralito que guarda el malinche, un resplandor cegante y rasante, paraliza a los cienes de indios vestidos de gala y embriagados con la mejor de las chichas de aquellos lugares. Soche y Nayoumbue, yacen abrazados a los pies del malinche, cubiertos su bellos cuerpos de brillantes luces. El vestido de Soche ya no es blanco, sino de un rojo sangre subido y encendido. Su amado, pintado de rojo también, la abraza inerte. Todos callan, todo se paraliza, menos el Chongui, que brincando y bailando, le entrega a Tamagaz un cuchillo de punta de pedernal bien labrada.

El Chongui, una vez mas, liberaba de la muerte, esta vez con la misma muerte, a su amado Nayoumbue y esta vez también, le otorgaba el privilegio de vivir eternamente, al lado de su amada, en el mismo árbol que un día le sirvió para salvarlo de las aguas del lago.

Desde ese día, el árbol de malinche florece durante tres meses consecutivos, que son los tres meses que duró el brillo en la aldea, hasta que sus flores fueron reemplazadas por vainas, en forma de cuchillo con punta de pedernal bien labrada…Por eso, la flor del malinche es roja; roja como la sangre que le dió vida al amor eterno de Soche y Nayoumbue….Gracias a Chongui que desde hacía días sentía algo raro en el ambiente… La sangre de sus almas, que pringara como torrente el malinche, lo hizo florecer, teñido de rojo, de ese rojo que solo la sangre pura de un amor puro puede la muerte o la vida teñir.

y desde ese día, las flores del malinche son rojas.

Lourdes Chamorro César. Diciembre de 2010.

¿Quién puede decir que no existes, si estás del mar en cada gota?

Oh Mi Dios, que hiciste el día
alumbrado con soles radiantes
y la noche con distintas lunas.

Que pintaste los prados de flores
e invadiste los ríos de peces
y montañas de piedras y riscos
y  pájaros de mil especies.

Y las dunas
y las fieras
y el hombre desnudo
y la vida, virtudes y pesares
y el alma que a veces pesa.

Que tuviste la destreza
de colmar de pasión el amor
y adornaste cada corazón con diamantes
y hierro  forjado
de la espera
de sueños,
de ilusión.

Quién puede decir que no existes,
quién puede negar que ahí estás;
en cada palpitar y suspiro,
en miradas profundas,
en el reír y el llorar.

Pero es en el mar
donde te encuentro.
Imponente, accesible, soberbio,
incansable, indomable,
paciente,  misterioso,
rebelde.

Y te palpo y te descubro
en los destellos grises de la arena,
en las caracolas con su hogar a cuestas,
en las conchas vacías o llenas
y en la sal.

En la ola que fiera revienta
en el vaivén de su danza eterna,
en la disputa del sol y la luna,
en la vida que se arriesga
en el beso de la espuma.

Y no puedo negarte Dios Mío,
cuando el agua me envuelve en su seno,
cuando el viento acaricia mi rostro
y la arena repinta mis huellas.

Es ahí que me inclino
y es ahí que confundo
con la sal de las encrespadas olas,
al atardecer
o al despuntar el alba,
mis lágrimas todas.

¿Quién puede decir que no existes
si estás —del mar— en cada gota?

Lourdes Chamorro César.
Casares de Nicaragua, 25 de abril del 2011.

Recetas falibles e infalibles

Con su ayuda, pude construir un puente grande y fuerte para conectar su siglo diecinueve con mi siglo veinte. La Mimi, mi gran maestra, llena de amor y sabiduría. Para reír juntos un poco. Porque la vida es así, una de lágrimas y una de risas y siento que les debo la de risa. Suficiente de lágrimas por hoy.  No hay secuencia, simplemente recordé y escribí algunas anécdotas y consejos. Escogí una de mis favoritas, para cerrar con broche de oro; así que los invito a llegar hasta el final. Que disfruten.

¿Quién es ese muchacho? Me preguntó un día ¿Por qué, Mimi? Porque a una dama, un caballero jamás le pregunta dónde queda el baño. Pero Mimi, se estaba haciendo pi. Un caballero jamás le pregunta a una dama dónde queda el baño, repitió.

Cuando bailes con un muchacho, tiene que pasar un rayo de luz entre los dos.  Algunas veces se me olvidó. Sorry, Mimi.

En una casa, siempre tiene que haber una máquina de coser, un espejo de cuerpo entero y un martillo. Entiendo lo de la máquina de coser y el martillo, pero no lo del espejo de cuerpo entero, le dije. Antes de salir, tenes que verte de pies a cabeza, porque el zapato hace el vestido. Me respondió. Además de siempre tener un espejo de cuerpo entero, se me ocurrió ser fan de zapatos.

Mimi, no quiero esa cosa amarga. Es que la quinina evita que te vayas a resfriar.

¿Y por qué tengo que tomar cada día Emulsión de Scott? Es horrible, solamente el hombre y el pescado son bonitos. Porque el aceite de hígado de bacalao te fortalece el crecimiento.

Mimi, ¿Por qué esos toques de colubiasol? Esa cosa anaranjada me hace náuseas con ese palito hasta la campanilla. Niña, por si acaso están inflamadas las glándulas.

Mimi ¿Y el aceite de castor? Eso sí que es espantosamente espeso y nunca termina de pasarme por la garganta. Porque así como limpias el alma con la confesión, así el cuerpo necesita limpiarse.

Mimi ¿Y por qué me mandas a confesar por cualquier cosa? Porque así como el cuerpo se limpia con el aceite de castor, así el alma también necesita limpiarse.

¿Y por qué no podemos comer frutas después de las cuatro de la tarde? Nunca pregunté, solamente no comíamos, pero hoy me imagino que era para evitar hacernos pi en la cama.

¿Por qué no podemos usar el cuchillo para partir el pescado? Porque el contacto del cuchillo con el pescado, despide veneno. Nunca supe si era cierto, pues nunca uso el cuchillo para comer pescado.

Una cucharadita de aceite de oliva antes del almuerzo, ayuda a hacer la digestion  ¿Es cierto eso, Mimi?

Un postre o si no hay postre, una cucharadita de azúcar después de la comida, balancea todos los elementos del estómago. Y siempre había algún dulce en la casa.

Si prometes algo, cumplilo, aunque te cueste dolor. La palabra es valiosa.

Sin embargo, si algo te molesta o alguien te hace sufrir repetidamente y sin razón, arrancátelo, aunque con ello se vaya un pedazo de corazón.

Nunca dejes que nadie arregle tu cama, porque es el rincón mas sagrado que tenes en tu casa, es donde te  encontrás todas las noches con tus sueños, tus idilios y tus pesares.

Una mujercita desordenada, dice mucho de su exterior y poco de su interior.

Si vuelve, es porque te quiere. Me dijo un día que sufría yo de ausencia.

Los tesoros que caben en el baúl, pueden perderse, no así los que llevas con vos siempre. Si los tesoros caben en tu corazón, entonces son verdaderos tesoros, esos te darán felicidad. Y los que llevas en tu corazón y tu mente, son los que te abrirán las puertas de la prosperidad. ¿Entonces Mimi, la constante es el corazón?

Quien es tu amigo, siempre querrá lo mejor para vos. Quien es tu amigo, no puede ser tu enemigo.

Confiá, hasta que te traicionen, pero estate segura de lo que significa una traición. Le pregunté entonces cómo podría saber de eso y su respuesta fue: Cuando sintas irremediablemente el alma herida.

Si alguien te araña el alma estando de buenas con vos, quiere decir que no le importas mucho.

Y la quinina, las pastillas “sucias“ y “pecosas“ de vitamina C, el Zepol, Vick Vaporrub en todos sus empaques y presentaciones, el corpiño, el fustán, los libros para leerlos y volverlos a leer y luego nos ponía a caminar con ellos en la cabeza para aprender a caminar recto, el corcho entre los dientes para poder hablar bonito, las planas de caligrafía, las clases de guitarra, porque todas nacemos con alguna gracia y solamente hay que descubrirla… Una  señorita tiene que aprender tres cosas, nos decía: Aprender a conducir, mecanografía e inglés. Ese era su máximo concepto de la modernidad y estaba correcta.

Un día hablamos sobre el amor, es que se podia hablar de todo con ella, aunque se ruborizara de vez en cuando y me preguntó que qué creía yo qué era lo mas importante en una relación y por supuesto que le respondí que el amor. No, me dijo, es el respeto, porque el amor es respetuoso.

Y para terminar, cierro con broche de oro esta nota, aunque hay mucho mas, sobre sus anécdotas y enseñanzas. A quienes hice llorar ayer con el poema, espero que rían hoy con estos recuerdos.

Mimi ¿Por qué pusiste ese cartón con ese mecatito arriba de la pantalla de la television? Niña, porque no es bueno que estén viendo besarse a los artistas en la novela….Y en cuanto empezaba la escena de algún beso, la Mimi desde su mecedora, jalaba el mecatito y la pieza de cartón bajaba rapidamente, calzando perfecto delante de la pantalla de nuestro viejo televisor.

Lourdes Chamorro César. enero 30, 2011.

Omisión

Entre todas la más sencilla,
la más sobria, la más bella.
Al desplegar sus alas
no obstáculo encontraba
y al esconderla el viento entre las nubes,
me hacía creer que se había perdido,
pues de color nube era su atuendo.
Por los tantos embates sufridos
una costura surcaba su centro;
un hilo dorado que un día
al verla herida y destrozada
tomé del costurero de mi abuela
para darle puntadas.
La hacía más bella y
!Así, así más bella danzaba!

Pasó de cerca mi infancia.
Mi palometa triunfante,
asoleada,
desteñida,
remendada,
entre mas puntadas le daba
con aquel hilo dorado
más inquieta lucía,
más dignidad mostraba.

Me empeñé en conservarla
aunque ya competencias no ganara.
Tampoco se perdía como antaño.
¡Inseparable compañera!
¡Mi palometa triunfante,
asoleada,
desteñida,
remendada!
Sobreviviente
de mil embates,
de mil aterrizadas.

Como todo lo que bajo el sol acontece,
viendo pasar de largo mi infancia,
un día nostálgico y sereno
una ráfaga de viento
la arrebató de mis manos.

Así es que lo recuerdo,
porque aunque parezca extraño
recordar alivia el alma:
Ese día caminamos
hasta llegar a la playa
y como todos los días,
la solté libre y confiada.
La vi desafiar la inercia del tiempo
y de cómo con el viento coqueteaba.
Estaba hermosa, iluminada
y acostumbrada ya, a no alejarse.
¡danzando burlesca, burlesca danzaba!

De pronto, una súbita ráfaga
cual ladrón de medianoche
pasó frente a mí como fantasma.
Imperceptible, silenciosa,
la arrebató de mis manos.
Oh desamparo el mío,
la vi alejarse sin dejar rastros.
!Y yo sin poder hacer nada!

Entonces supe de mi olvido.
¡Omisión de tantos años!
Remendaba su vestido
con aquel hilo dorado y
me olvidé que su vida
dependía de una cuerda
fuerte, confiable, segura,
para seguir volando.
No realicé que urgía
darle cuido, hacerle un nudo
o hilarle una puntada.

Nunca más supe de ella,
nunca la vi aterrizar.
¡Con su vestido azul y blanco!
¿Se habrá perdido en las nubes?
¿Acaso descansa en el mar?

Lourdes Chamorro César.
Octubre 27 de 2011.