LourdesChamorroCésar

La colección de escritos de Lourdes Chamorro César

Category: Poesia

Los Predestinados

Al Dr. Alejandro Bolaños Geyer

Si mi lira todavía no es fina,
si mi canto todavía es menor,
¡Qué importa si hoy quiero cantarte,
aunque luego te cante en mayor!

Yo podría ahora cantarte
mis angustias, mis ansias en flor,
o cantarle a tu imagen de grande,
visionario y sabio Señor.

Mas escojo una misma inquietud
de mi tarde y tu tarde del alma:
Mi Darío de mi Nicaragua
y tu Walker del siglo anterior.

¡Para mí, Darío es maestro;
para Walker, vos sos su doctor!

ST Louis, Mo. EE.UU.
18 de Noviembre de 1993.

Soneto de aniversario

Mi adorado tormento le llamabas
a quien caminó contigo
por casi tu vida entera,
en las buenas y en las malas.

Partiste al cielo primero.
¿Será ello un consuelo?
Al menos no estás sufriendo
lo que él sufre con tu vuelo.

Duerme, descansa, sueña
que en tu sueño cuides su sueño
y aunque le pidas que no llore…

Porque te ama, llora en su fuero.
Cuéntale entonces de Dios,
de tus hijos, de tu Cielo.

Lourdes Chamorro César
1 de agosto de 2008

Tengo un nuevo Ángel de Mi Guarda

Fuiste mi Madre, fuiste mi amiga, 
fuiste mi cómplice.
Y ahora que partiste
y reposas en paz y en silencio
aunque ya no estás,
en cada instante te siento;
y aunque no te veo,
no te gozo, no te tengo,
como a un Angel de Mi Guarda,
que me envuelve con sus alas,
invisible, traviesa y respetuosa
siempre a mi lado te presiento.

Lourdes Chamorro de Bolaños.
El Raizon de Nicaragua, 4 de abril de 2009.

 

Érase una vez un canario…

Érase una vez un canario
deseoso de alcanzar
esa línea divisoria
entre el cielo y la mar.

Rozaron sus alas el cielo,
acariciaron el mar,
del  sol el fuego
sintieron,
del mar sintieron la sal.

Sus alas le resintieron
y quisieron regresar.
Era tarde,
no pudieron,
se perdió en la eternidad.

Las leyendas no eran ciertas,
ni los sueños realidad;
no eran ciertos los recuerdos
ni la eterna soledad.

Nunca supo aquel canario
que al intento de su vuelo,
el otoño y su aleteo,
una hoja de aquel árbol,
sin querer la desprendieron.
Y sin alas ni deseos
de probar ni sal ni fuego,
las páginas de un libro
sus colores conocieron.

No hay intento de vuelo infructífero.

El canario al fin  voló
y la hoja estremecida
en un libro, recinto sagrado,
su morada encontró.

Lourdes Chamorro César.
Cleveland, Ohio, abril de 2005.

¿FB o señales de humo?

Dime abuela, dime,
cómo era tu tiempo
cómo era el mar, cómo el cielo,
cómo las calles y el transitar.

Bajo el cielo era
mi tiempo de sembrar,
dejar huellas,
descubrir rincones,
recoger leyendas,
compartir canciones
y conchas y caracoles
habían en el mar.

Dime abuela, dime…
cómo era tu vida;
dime algo que no sepa
que te pudo pasar…

Déjame pensar…

Piensa abuela, piensa,
para luego yo contar…

Había un lugar
sin nombre
y si algún nombre tenía,
no lo puedo recordar;
tan solo recuerdo que un día
entré ahí a curiosear.

Dime abuela, dime…
Qué encontraste,
qué había, qué hacías
en ese lugar…

No supe si era un pueblo,
no supe si era un mar,
sí recuerdo que había
un espacio al transitar;
las calles día a día
de amigos se llenaban;
las puertas sin candado
Invitaban a entrar.

Recorría sus dos calles
y paraba a descansar
y si algo me llamaba,
sin tocar podia entrar;
Y si a una casa entraba,
Yo podia curiosear;
si quería que supieran
que llegué a visitar,
una señita dejaba,
sin papel, ni celular.
Muchas casas habían
de mil cosas adornadas;
eran llenas o calladas,
de todo un poco habitadas;
música, poemas, flores;
luna, soles, o poesía;
recetas, política, nostalgias;
rostros, juegos y paisajes;
rezos, llanto o risas
y hasta gran filosofía;
éramos todos mortales
pues ahí muertos no habían.

Era un mundo fantasioso,
real y contagioso;
mágico, diferente,
dulce a veces
o ruidoso,
lento, rápido,
alegre, triste,
salamero o quimeroso;
timidez y libertad
sencillez y complicado
dulce y salado
también serio o temeroso.

Encontré muchos amigos,
nuevos, viejos,
divertidos,
niños,
mudos,
parlanchines,
serios, toscos,
bien cristianos,
escritores y poetas
cocineros y hasta locos.

Sin un mapa, sin licencia,
sin maletas ni transporte,
no pedían pasaporte
las fronteras invisibles;
alma y sueño, chispa y tiempo
eran alas que volaban
al encuentro de imposibles.

Y la abuela que descansa
en el unbral del recuerdo
posa su mano blanca
en el brazo del asiento;
una lágrima se asoma
es nostalgia, es recuerdo…

Y un pañuelo blanco
ya cansado por el tiempo,
busca entre sus manos
y abraza a su nieto.

Dime abuela, dime…
por qué lloras…
¿Acaso duele el alma
el recordar?

¡Qué recuerdo, hijo!
Qué recuerdo;
ya no recuerdo el nombre,
solamente los recuerdos…
Era un mundo fantasioso,
dulce, alegre y hasta tosco
que de pronto un día de esos,
con mis dedos torpes e inciertos,
¡AH! era tan frágil ese entorno,
que sin querer
de un solo gesto
no hubo nada…
se fue todo…

Entonces, abuela,
entiendo ahora
el por qué del humo las señales;
no hay botones, no hay peligro,
solo un fuego
y el mensaje…
Increíble tu relato
¿Me lo robo?
Llévatelo, es tuyo…

¡De algo más me has recordado!
Guárdalo en los archivos
y comparte tu pasado,
que recuerdos son recuerdos
que nos llevan de la mano…
y mensajes son mensajes,
aunque sean de lágrimas
mojados…

Lourdes Chamorro César.

14 de marzo de 2010.

De cómo de lanzas se muere un día

Una herida fue y otra herida.
Una tras otra, su lanza atrevida
iba cruzando el alma
abatida;
ya no curaba,
ya no quería
saber que su lanza
la mataría.

Juntaba sus sueños y
mil alegrías,
tejiendo su mundo,
llenando la vida;
pasaban las noches,
los días venían y
aquellas promesas
lejanas y frías,
iban en pos
de la despedida.

Y ésta es la historia
de como de lanza
se muere un día:

Era el jarrón
de agua cristalina
lleno hasta el fondo
dulce y sabida;
fue una gota
rebelde y liviana
que con su siempre
acostumbrada diana,
hizo que ella,
después de buscarle,
se fuera aquel día.

¡Fue en pos de su alma!
No era la gota
para morir de lanza,
mas era de lanzas
que moriría.

Golpeó a su puerta
sin fuerzas, con calma.
De vida o muerte,
gritarle deseaba.
Fue imposible.
Su voz, silenciosa.
Ahí postrada, ella,
de lanzas moría.

En aquel silencio
escuchó sus huellas;
sigilosas,
lentas,
de cerca
o quizás lejanas.
De pronto callaron y
al compás del viento
se alejaron.
Y ella, muriendo;
sin voz,
sin aliento.
En la noche fría,
entregó sus sueños.

Abrióse la puerta,
bisagras mohosas.
Rendijas inciertas
y silenciosas.
¡Se encienden los cirios!
Recuerdos
que engañan,
quimeras
y máscaras.
Y una simple lágrima
habló del pasado,
sin enseñar siquiera
la humedad
de ganadas nostalgias.

Y él,
estaba y no estaba
y ella,
moría y no quería.

La muerte no espera.
Así es que se muere
en cualquier día.
La muerte de lanza,
mataba sin ruido.

Esta vez, la lanza no hería,
simplemente
ella de lanzas moría.

Y ya bajo tierra,
entre lanza y lanza
entre golpe y golpe,
aprendió a reir;
y entonces supo
que sueños son sueños,
que aún sin vivirlos
nos matan así.

Lourdes Chamorro César.

Beso a la vida

«¿Qué es esto que así me aprieta el pecho? ¿Es mi alma que quiere salir a lo infinito, o el alma del mundo que quiere entrar en mi corazón?».   —Rabindranath Tagore

 

No es el mundo leer sobre guerras
en libros ya olvidados.
Es el mundo luchar con ardor nuestras guerras,
aunque no se hayan ganado.

No es el mundo conocer el mar
en postales enviadas.
Es el mundo llegar al inmenso mar y sentir
los pies mojados.

No es el mundo ver un cielo estrellado
a través de ventanas.
Es el mundo compartir de ese cielo una estrella
en noches calladas.

No es el mundo cortar una flor
del jardín mas floreado.
Es el mundo aspirar de la flor su perfume
y tocarla con cuidado.

No es el mundo ver las montañas
con miedos extraños.
Es tratar de llegar a la cima, escalando y contar
nuestras propias hazañas.

No es el mundo ver la lluvia caer
y salir con paraguas.
Es el mundo caminar bajo el agua y mojarnos
la ropa, la piel y la cara.

No es el mundo escuchar del canario su canto
en la jaula atrapado.
Es dejarlo volar y aprender a cantar
nuestra propia balada.

No es el mundo esquivar muchas piedras
para no tropezarnos.
Es el mundo tropezar con la piedra, caer
y saber levantarnos.

Es el mundo sentir los instantes
y atraparlos.
Es el mundo un regalo de Dios
para compartir
con los seres amados.
(Siendo en el mundo ellos, el mejor regalo).

Es el mundo ofrecer lo mejor
que el mismo Dios nos ha dado.

Lourdes Chamorro César.
17 de abril de 2010.

Lila T.

No se ha ido, nunca se irà de nosotros.
Ella nunca se irá.

Murió para vivir eternamente
en cada gota de lluvia,
en cada canción,
en la inspiración de un poema,
en el lucero más brillante de la noche,
en el atardecer soñoliento,
en las flores ya despiertas,
en el suspiro de un recuerdo,
en los pàjaros que anidan sus esperanzas,
en las olas incansables del océano,
en el barco que se mece,
en el árbol de Navidad,
en el nieto que sonríe,
en un beso que se ofrenda,
en los frutos que el aguacate da,
en el vaivén de una hamaca
,
en las velas encendidas,
en lo mas puro y sacrosanto del alma,
en el darlo todo sin esperar.

No , no se ha ido.
Ella nunca se irá.
¡Ellos nunca se van!

Lourdes Chamorro César.
Casares de Nicaragua, 17 de julio de 2011.

Un Ángel Caído del Cielo

Hoy,
en esta lejanía de mi sabor occidental,
me inclino y me postro
ante Dios y mi Virgencita
y les doy Gracias
por este angelito caído del cielo;
por este milagro
que llora,
que ríe,
y se acurruca en mi regazo
y que al mirarle sus ojitos
encuentro en ellos,
ese puñado de cielo
que ha traído consigo
en sus tiernas y blancas alas.

Lourdes Chamorro César.
Abu Dhabi, 7 de octubre del 2011.

¿Dónde estás mi chavalito?

¿Dónde estás mi chavalito?
Dónde estás niño perdido,
dónde tus noches te abrazan,
cómo duermes,
cómo el día te alumbra,
dónde comes
y qué haces,
para que el frío no te abrume.

Somos dos y  también uno
y a verte aquí me acostumbraste.
Busco tus huellas,
son ya viejas
y me pierdo al no encontrarte.

Y pienso
y tu dolor siento
y me conmuevo
al pensarte ahí de nuevo
y un velo de nostalgia,
incertidumbre,
tristeza y miedo,
y el profundo silencio
de tus cantos de jilguero
dan certeza de tu vuelo
que presiento
lejos, lejos.

Sé que vuelas con tus alas.
¿Vuelas alto o vuelas bajo?
Si alto vuelas, te acompaño;
puedo hacerlo con las mías.
Mas si bajo es tu vuelo
no te aflijas, yo me quedo,
y con mis alas abiertas
como siempre chavalito,
como siempre,
aquí te espero.

Lourdes Chamorro César.
Enero 29 de 2011.