LourdesChamorroCésar

La colección de escritos de Lourdes Chamorro César

¡OH, inspiración!

Si, estoy aquí queriendo decir algo.
No, no es mi día, no es mi noche.
Oh, inspiración que  juegas a dejarme,
mas nunca caeré vencida
porque mientras sienta la necesidad
de evocar un recuerdo,
mientras la luz del alba me ilumine
y las risas y lágrimas
de los Cervantes y los Moliérs me invadan,
aunque luego borre
o me arrepienta,
mi pluma seguirá
incrustando diamantes en  alboradas.

¿Que escriba sobre olvidos?
No, no existe en mí esa palabra.
No, no puedo escribir sobre lo que no siento.
Menos sobre aquello que,
al sembrarlo en el pecho,
con serenidad y firmeza,
ha grabado el alma.

Oh, inspiración que juegas al escondido.
Bien, qué más me queda
que escribir vericuetos.
Esos que cuando toman forma
en el papel desde mi pluma,
se encaprichan y se rebelan
y plasman hasta lo incierto.

Aléjate de mi, inspiración.
No, no me visites, no te necesito.
Yo me las arreglaré
Y si la nostalgia es un motivo
para recibirte en mi alma,
no la quiero.
Y si es la alegría el motor
que te empuja a invadirme,
hoy no la tengo
porque hoy,
hoy he decidido
rebelarme contra ti.

OH, inspiración
que juegas a dejarme,
hoy, soy yo quien te deja.

Lourdes Chamorro César
11 de febrero de 2012

¿Dónde están los ruiseñores?

Dejó su cárcel de adobe,
se adentró en el infinito.
Un rayo de sol naciente
lo vistió de amarillo
y una gota de sangre
le tiñò el corazón.
¡Este es mi Ruiseñor!

Escucho su canto,
evocador.
Cruza los prados sin límites,
libre.
Se hunde en las suaves olas del Pacífico,
emerge.
Retumba en los ecos de los volcanes,
Triunfante.
Y se instala en la nostalgia recién estrenada,
Imprudente.

¿Imprudente yo?
Dice El Ruiseñor.
No, yo –le respondo–.

(Silencio).

Esperemos.

Ya vendrán con una flor
un poema
una canción.

¿Dónde están los ruiseñores?
me pregunta.
¿Los que cantarían en tu tumba, Ruiseñor?
le respondo.

Ah, ruiseñores ¿Dónde están?

¡Ya vienen!
Desde el fondo del lago,
desde la arena hasta el cielo,
desde el volcán hasta el alma.
¿Lo sientes?
No, es la nostalgia.

Y yo, engalanando el mausoleo
vecino.

¿Estás bién Ruiseñor?

¿Dónde están esos que cantan,
mientras abrazan mi nombre?

Lourdes Chamorro César.

Sin fecha ni destino (siglo XXl)

Sueños

«Anoche, estando solo y ya medio dormido,
mis sueños de otras épocas se me han aparecido». —José Asunción Silva

Anoche entre mis sueños
vi rostros ya lejanos.
Mis miedos del pasado
de pronto se acercaron.

Callados,
mudos,
descalzos,
sus rostros desfilaron.
Todos eran inciertos,
todos enmascarados.

Recuerdos del pasado,
mi aura acariciaron
y manos temblorosas,
mis lágrimas secaron.

Muy pronto ellos supieron
que de miedo moría.
Y en mi sueño, todavía,
vi que se  iban marchando.

De rosas pintadas de amarillo,
un delicioso perfume
quedó impregnado en el cuarto.
A cambio del perfume,
se llevaron mi frío.

Lourdes Chamorro César.
(Inspirado en Midnight Dreams de José Asunción Silva.)

ELLA

Ataviada de dulce ajobo,
digna, callada,
tierna,
de suaves manos,
de pasos sabios,
mirada larga,
de risas y lágrimas.
Es  así  como era,
así fue cincelada.

Hoy le canto a ELLA,
a la de níveo cabello,
de huellas intensas,
de ojos garzos.

A Ella que en vida fue mi refugio,
mi academia,
mi raíz profunda,
dulce santuario;
que con estóicas manos
plantó en mi alma azahares blancos
y en mis pies sandalias,
para  firmes pasos.

A Ella que con silenciosas lágrimas
me enseñó a llorar callado,
y con su risa alegre,
a reir sin carcajadas
y de cómo saber su tiempo exacto.

A ELLA
que al morir, murió en mis brazos
y que al cerrar sus ojos
con mis trémulas manos,
esculpió en los míos,
el fulgor de su mirada.
Y yo,
yo me vi ahí reflejada.

Hoy congrego
una sonrisa,
una plegaria
y un manojo de azahares blancos;
retoño de los que sembró en mí,
para elevar mi canto.
Lourdes Chamorro César.
El Raizón, 8 de marzo de 2012.

¿Regreso a tí, o tú a mí regresas? A mi Nicaragua.

Tanto extrañarte y
llorarte
por tantos años
desde aquel día
cuando al partir
dejé en tí
mis huellas
mis planes
el cementerio
mil ilusiones
mis sueños,
mi gente
y de mi alma
una gran parte.

¿Regreso a tí
o tú a mí regresas?

Te diviso
brillante
con ropa de nubes
habitada de mares
pintada con destello
de tus volcanes
y de cantos y poemas,
amaneceres
y lunas
de guardabarranco
sacuanjoche
y madroño
!mi cuna!

¿Vienes a mí
o yo voy a tí?

No importa
es nuestro tiempo
de cerrar la puerta del exilio
y abir el cielo
y en tí acurrucarme
y dejar que mis sueños
y la esperanza de mirarte
de sentirte
de vivir en ti
y de ti de nuevo enamorarme
sea por siempre
y para siempre
lo que al irme de ti
fue imposible arrancarme del pecho.

Acógeme en tu lecho
Abre tus brazos y abrázame
que estoy en ti
de regreso
y esta vez
para quedarme…

Lourdes Chamorro César.
Miami, febrero de 2011.

Desvarío

Era de tarde. La lluvia a cántaros caía, como si el cielo tuviera un inmenso hueco. Quise abrir el paraguas y recordé que no lo traía. Corrí a guarecerme en un alero de cualquier casa, para darle al hueco tiempo a cerrarse.

Tenía frio. El agua traspasaba mi piel, como si la piel, de un colador se tratase. Me acerqué más al refugio del alero y aunque una gotera, una tras otra las gotas despachaba directo a mi cabeza, era mejor que el torrencial aguacero.

La blusa totalmente empapada, se había convertido, por arte casi de magia en parte de mi piel.  Sentí que mis sandalias eran arrastradas por la corriente de agua que a mis pies danzaba.  Deduje por las insistentes y multiplicadas gotas, que ya el alero poco resistiría.

Era de tarde.  Se hacía tarde. La lluvia arreciaba y yo, muerta de frío, empapada y sin saber qué hacer, pensé que sería mejor correr y correr. “No, no puedo ver…todo está oscuro, perdí la noción del norte, no  sabría dónde ir, mejor me acurruco en el alero, aunque me muera de frío…”

De pronto el alero resistió. Así fue que vi la luz del día: era un túnel largo y brillante, que al final del recorrido, alguien me esperaba con un abrigo. Tendió su mano, hasta alcanzar la mía. Me abrazó a la vez que de mis hombros, colgaba el abrigo y ahí me sentí bien, ya no tuve frío…

Arrecosté mi cabeza en su pecho y al momento desperté.

Lourdes Chamorro César

Nicaragua,  12 de enero de 2012

Una bomba en el zapato

La máscara en forma de zapato
o un zapato en forma de máscara.
Un cerillo remojado,
azufre,
un grito,
dos,
gemidos,
desconcierto,
inerte el caos,
saltos ágiles,
caudal de reacciones,
un cinturón Eddie Bauer,
incertidumbre,
pánico educado,
ignorante pánico,
prudente,
el tiempo inmóvil,
una inyección cargada de sueño.

Silencio. Estruendoso silencio.
Oa, sin moverme, sin reírme…

Un libro estrujado entre los dedos.
La máscara cae frente a los valientes,
el monstruo de seis pies siete pulgadas
se sumerge en su primer sueño.

Escoltas con alas acechan los cielos.
Limbo,
sed,
cinturones abrochados.
Nadie escucha música,
ya nadie lee.
Son todos sospechosos.
¡Inocentes!

El monstruo se mueve,
bosteza,
contorsiona,
y otra dosis de sueño
lo ahonda en la inconsciencia.

El cabello, ensortijado,
recogido al cuello,
sirve de brida.
Tripulantes y pasajeros
toman turno
para sostenerla.

Lentas  horas surcando cielos.

Ya en tierra,
a la sombra de mecánicas alas,
el cinturón Eddie Bauer
de sus muñecas, en pedazos,
al suelo cae,
dando paso
a metálicos grilletes.
Son todos sospechosos.
¡Inocentes!
Pasaportes,
maletas,
pizza,
Coca Cola
y de espera
muchas horas.

Cansancio,
adrenalina reprimida,
angustia,
incertidumbre,
realidad,
paz,
y una Virgen de Fátima
peregrina,
llegando al tiempo
a  nuestro hogar.

Cárcel y más cárcel
para el monstruo.
Vida y más vida
a los valientes;
entre ellos
mis dos hijos
y mi esposo.
Y en medio de todos ellos
—Hoy de rodillas me postro—
¡Cómo no agradecer!
¡MI DIOS TODOPODEROSO!

¿Y el cinturón?
¡AH! El cinturón
era de uno de los míos.

Lourdes Chamorro César
Managua, 23 de diciembre de 2001

Azimut

Las vi pasar por la ventana,
vestidas de gris y un toque blanco.

Cansada yo y distraída
no percataba
que el crepúsculo de la mañana,
con la prisa de la noche, se casaba.

En ese largo vuelo,
en una ceremonia de huso horario,
una bandada de nubes
vestidas de gris y un toque blanco,
a presenciar un beso me invitaron.

Lourdes Chamorro César.
Bruselas, 24 de marzo de 2002

Tu recuerdo

 Anoche me encontré con tu recuerdo,
guardado en la gaveta entre mis sedas.
Quise alcanzarlo,
desarrugarlo,
palparlo.

Una toquilla, ya raída
con la torre de Eiffel dibujada,
se metió en medio.
La tomé entre mis manos,
la coloqué graciosamente en mi cabello,
dancé frente al espejo.

Esta mañana recordé, levemente,
que de algo la toquilla me distrajo.

Lourdes Chamorro César
Bruselas,  21 de agosto de 2001

A Alvaro Urtecho. Un íntimo homenaje, hasta hoy inédito.

Esta carta, escrita ese 22 de diciembre, inédita y espontánea, espero que sea leída por ti, Alvaro, aunque yo no lo sepa todavía. Hoy la colgaré con mucho cariño en mi website, porque quiero agradecerte y es la única manera que encuentro en esta vida para hacerlo. Hoy 11 de enero de 2012

A Alvaro Urtecho

Todas las mañanas, entro al internet. Veo si tengo algo en mis correos y luego leo La Prensa y El Nuevo Diario. Hoy, 22 de diciembre y sábado, una ola de eventos se acumularon para que solamente en la tarde, tuviera un espacio para leer los periódicos.

Una noticia me impactó: “Muere El Poeta ALvaro Urtecho”. Lo leí en el Nuevo Diario. Recordé entonces que en un viaje mío a Nicaragua, alguien me comentó que Alvaro Urtecho estaba bien enfermo. Tuve el deseo de ir a verlo. No fui.

Cuando a uno le dicen que alguien está enfermo, creemos que será pasajero, que saldrá de esa y que algún día lo volveremos a encontrar en algún rincón de nuestra vida. No fue así en este caso.

No tuve la suerte de pertenecer a su círculo estrecho de amistades, sin embargo, Dios me dió la oportunidad de acercarme a él, en el período de la Presidencia de Don Enrique, ya que un aporte intelectual es siempre una necesidad en esos ámbitos y ahí, en esas circunstancias es que realmente lo conocí a fondo. Y su huella, aunque efímera ante esta oportunidad, es profunda en mi acontecer literario.

Recuerdo que cuando puse mi obra de teatro en el Teatro Nacional Rubén Darío, Alvaro estuvo ahí. Al final de la presentación, se acercó a mí y me dió un abrazo. “Bella”, me dijo, refiriéndose a la obra puesta en escena, “pero quiero saber exactamente quién es quién en la obra…quién es Leandro, o Popo, o vos, o tu hermana Angélica”. Le respondí que nadie era nadie, pero que todos estaban ahí representados de alguna manera.

Al publicar el libro de la obra “El Palo de Mamón”,  Alvaro también estuvo ahí para mi. La primera observación que me hizo, antes de la revisión final y su publicación fue: “Lourdes, está bien que le dediques el libro a los ojos de tu madre, pero ¿y Enrique, tu esposo? ¿Acaso no es él quién te inspira todo esto? Con tus vuelos de alas y tu manera de expresarte, podés también dedicárselo a él”. “¡Cómo así!”,  le dije yo, “se van a pelear ¿un vivo y una muerta compartiendo espacios y créditos en un mismo libro?” “Nada tiene que ver”, me respondió, “es mas, así estarás reafirmando que los vivo y los muertos, marcan la pauta, la esencia de tu obra…dos personas importantísimas en la vida de cualquier ser humano, la madre y el cónyugue. Toma tus alas Lourdes”, me dijo…” sabes usarlas bien, las usas mucho en tus poemas”…Y así hice y así es cómo escribió sobre mi inspiración, resaltando ese vuelo de alas que encontraba en mis versos…

Nunca hubiera podido imaginar el impacto que su muerte ha causado en mí. Un hombre que apenas conocí, pero hoy realizo que ese roce fue suficiente, para que al anuncio de su muerte, mi alma y mi corazón se estremezcan. ¡Cómo no fui a verlo! ¡Cómo nunca le dije lo agradecida que estaba yo por sus palabras, sus recomendaciones, sus críticas  y su presencia sutil y efímera pero indispensable, en mi quehacer literario!

Hoy, al anuncio de su partida, no puedo mas que reconocer mi pecado de omisión. ¡Qué mal me siento! ¡Cómo quisiera que la muerte mandara un aviso por el internet a aquellos interesados en alguien, a aquellos que tenemos algo pendiente con alguien…un anuncio diciendo quizás algo así: “Lourdes, Alvaro Urtecho está grave, creo que no amanece. Está sufriendo mucho y tengo órdenes superiores de llevarlo conmigo hasta su última morada, entre hoy en la noche y la madrugada de mañana. Sé que quieres visitarlo, agradecerle, sonreírle y decirle algo bonito….pues ésta noche es tu última oportunidad de acercarte a él, aunque sea de corazón”.

Lourdes Chamorro César

22 de diciembre de 2007