La roca y yo

by lourdeschamorrocesar

Dichoso el árbol que es apenas sensitivo y mas la piedra dura, porque esa ya no siente…Rubén Darío.

Entré al agua y la trepé; era la roca mas alta y mas hermosa que he visto jamás. Fuerte y decidida, imponente y soberbia en su belleza; se distinguían sus rumbos marcados y definidos como zurcos adentrados en su superficie por el roce perenne de las olas, zurcos que reconozco como aquellos que las lágrimas nos dejan, después de llorar desde el alma a los pies, desde los pies al mar, desde el mar al cielo, desde el cielo a la roca…círculo perfecto que al recorrerlo me sitúa en la cumbre de la vida, cuando la vida es amor, cuando del amor nace la esperanza, cuando de la esperanza nace la luz, cuando de la luz nace la mirada que nos conduce a encontarnos con nuestro propio ser y el SER nos funde con lo amado…

Pero no contaba con las fuerzas de una marejada extrañas a mi voluntad y a mi confianza…y al subir a la cumbre, una ola traicionera y envidiosa de mi existir en esa cumbre, me hace volver a descender y en el descenso resbalo y caigo al agua…y mis lágrimas se mezclan con la sal y la espuma y una ola, de esas que aparecen de repente sin anunciarse, nuevamente me lleva contra las paredes de la misma roca que en su momento me hizo sentir grande y poderosa, perfecta en mi pureza y en mi circunstancia….trato de escalarla de nuevo, llena de confianza y mas de esperanza y mucho mas, del deseo de sostener ese tesoro valioso que reconozco entre todas las olas del inmenso mar y nuevamente otra ola me arrastra mar adentro, para  llevarme sin rumbo, hasta devolverme a fuerza de empujones ciegos y contradictorios a la misma roca, que espera paciente e inmutable el estruendoso choque de mi cuerpo contra su cuerpo inmóvil y es con tanta fuerza que me hace confundir el entendimiento para definir quién es la roca y quién soy yo, porque me adhiero tanto a ella que siento soy parte de ella misma, me adhiero a ella hasta hacer sangar mis dedos, mi piel y mis entrañas…

Me adhiero a ella para salvarme, para sentirme protegida de tanta marejada…la roca es dura y firme, inalterable en su esencia, y yo, extenuada y desvalida ante tanta lucha contracorriente, me encuentro imposibilitada de escalarla esta vez, al sentir alta la marea y sentir que una tras otra, las olas llegan a la roca para seguir en su faena de marcar zurcos, que se volverán centenarios como ella misma…ante tanto vaivén, me rindo sin querer rendirme, me hundo sin querer hundirme, y muero sin querer morirme…toco el fondo de las revueltas aguas y pierdo la confianza de la sobrevivencia, porque me encuentro solitaria y desprotegida y mis gritos desde el alma nadie los escucha, porque ni las rocas ni las olas pueden escuchar… porque aunque la roca es inalterable en su esencia, el mar siempre es traicionero y en esa lucha eterna e infinita, cedo el espacio que un día me perteneció en la cumbre de la roca, para que las olas incansables y decididas, continúen haciendo zurcos en su rostro, donde reconozco los míos propios…zurcos como aquellos que las lágrimas nos dejan, después de llorar desde el alma a los pies, desde los pies al mar, desde el mar al cielo, desde el cielo a la roca…mas al claudicar la esperanza a fuerza de empujones rebeldes y desconocidos, el círculo que tanto quise sostener y recorrer una y otra vez, se rompe irremediablemente, para dejar paso a corrientes confusas y vacías que arrastran sin piedad las siembras que un día planté en las mismas aguas profundas de ese inmenso mar…

La roca invencible seguirá en su mismo lugar, con los zurcos marcados en su superficie, que son los mismos zurcos que llevé conmigo a las profundidades de las aguas…zurcos labrados a fuerza de olas y de lágrimas…

Y desde el fondo del mar, donde he aprendido a sostener mis pulmones para no provocar burbujas, siento el alma vacía y sé que mis lágrimas ya no son visibles porque se confunden con el agua salada…desde ahí, puedo distinguir la sombra que la roca proyecta en el agua, la veo danzar al son de la marea, la veo cambiar de brillo y de estado, la veo igualmente inalterable en su propia esencia y como siempre, indiferente a mi presencia, la veo con sus zurcos marcados, pero sin dolor, no sufre, no siente, no respira…y entonces, tomando un poco de oxígeno de la reserva que me queda le pregunto:

Roca, roca ¿Puedo tomar de tí solamente el no sentir? Dichosa roca, porque al ser marcada de zurcos por las olas, no sufres…sin embargo los zurcos de mi alma, marcados por lágrimas amargas y tristes ¡Cómo duelen, roca! ¡Cómo duelen!

Desde el fondo del mar, la veo y siento celos de su insensibilidad…mi alma llora, mi roca no tiene alma…son las olas del mar quienes marcan los zurcos en su rostro, no son lágrimas desde el alma a los pies… dichosa roca, dichosa que no sientes…

Lourdes Chamorro César

Junio 28, 2011.