LourdesChamorroCésar

La colección de escritos de Lourdes Chamorro César

De cómo mis recuerdos llevaban su aroma

Estalló la revolución
y salimos por veredas,
llevando en el corazón
esperanzas y penas.

Llegamos a la civilización
anónimos y sin rumbo,
sin idioma yo y sin escuela
de los quehaceres del mundo.

A cocinar aprendí,
a lavar y a planchar
y por qué mis niños lloraban
lo aprendí a adivinar.

Extrañaba los aromas
de mi linda Nicaragua
y en busca del recuerdo,
mi sentir los inventaba.

Pasó lento el verano
y al llegar el frío invierno
fue la nieve jamás vista
la que traicionó primero.
Instalada su blancura
y fríamente almacenada
reemplazaba poco a poco
el olor a tierra mojada.

Otra vez llegó el verano
y en un día caluroso,
de un olor ya muy lejano,
los sentidos me alertaron.
En una cava de vinos
la humedad y el encierro
revivieron el recuerdo
del olor a mausoleo.

Y nos llevaba la vida
por otras tierras lejanas…
y más lejana sentía
la propia tierra mía.

Comparé con el malinche
el olor de esbeltos pinos
y las latas de maíz
con los elotes cocidos.
Y el de cocina de leña
con chimeneas de gas.
Y por si fuera poco
la obsesión que tenía,
en un día de lluvia
sentí brisa de mar.

Un día traicioné
los aromas de mi infancia;
tal fue una Navidad
que iglesia no encontraba
y en un centro comercial,
sin la mirra y sin incienso,
el olor muy material
me llegó intenso.

Y el olor a zorro meón
de la hacienda de mi abuela,
donde en mi infancia un zorro meó
en mi mano —¡Hay que pena!—.
Es un olor peculiar,
que es igual en todas partes.
Y sin poder reemplazar
ese olor tan especial,
ese recuerdo se prende
de aquel zorro entrometido,
que sin yo querer y
sin que él sepa
hasta a Bruselas ha ido.

Y pasé por el D.F., por España
y por Holanda, Alemania
y Gran Bretaña.
Y algo del Medio Oriente.
Y aunque verdad no parezca
y en cierto modo se sientan
esos aromas muy míos,
distantes y muy cerca
estaban y no estaban,
en esas lejanías.

Del marañón las semillas
que entre las brasas ardían,
no lo encontraba en las latas
de cacahuetes que abría.

El de la brisa de mar,
el de pan recién horneado,
el de rancho de paja,
el de ganado,
el de chayul de mi lago,
el de mango y el jocote,
el de empolvadas veredas,
y alamedas de coco…

Y si no poco me invade
la ansiedad que por mi tierra
guardo en mí,
un aroma
que similitud no encuentra,
sí por mucho no por poco
a un recuerdo lleva.

El aroma que en mí vive
del campesino en domingo,
de sus ropas secadas
con el sol y humo de leña,
es un olor que combina
un chelín de brillantina
con zepol y leche cruda,
el trabajo y la espera.

Y mujeres campesinas
muy de fiesta engalanadas,
con su falda almidonada
y en sus trenzas una flor,
llevan ellas un olor
de dignidad guardada
que jamás yo haya sentido
ni en el frío o el calor.

Y así ha pasado el tiempo,
a veces largo, a veces lento.
Ya los hijos se han graduado,
ya no hay revolución.
Y al regresar a mi tierra,
el recuerdo le devuelvo
de aquéllos sus aromas
que llevé muy adentro.
Y entonces hago mío
el olor de libertad.

Lourdes Chamorro César.
St Louis, Mo. 1990

Los Predestinados

Al Dr. Alejandro Bolaños Geyer

Si mi lira todavía no es fina,
si mi canto todavía es menor,
¡Qué importa si hoy quiero cantarte,
aunque luego te cante en mayor!

Yo podría ahora cantarte
mis angustias, mis ansias en flor,
o cantarle a tu imagen de grande,
visionario y sabio Señor.

Mas escojo una misma inquietud
de mi tarde y tu tarde del alma:
Mi Darío de mi Nicaragua
y tu Walker del siglo anterior.

¡Para mí, Darío es maestro;
para Walker, vos sos su doctor!

ST Louis, Mo. EE.UU.
18 de Noviembre de 1993.

Soneto de aniversario

Mi adorado tormento le llamabas
a quien caminó contigo
por casi tu vida entera,
en las buenas y en las malas.

Partiste al cielo primero.
¿Será ello un consuelo?
Al menos no estás sufriendo
lo que él sufre con tu vuelo.

Duerme, descansa, sueña
que en tu sueño cuides su sueño
y aunque le pidas que no llore…

Porque te ama, llora en su fuero.
Cuéntale entonces de Dios,
de tus hijos, de tu Cielo.

Lourdes Chamorro César
1 de agosto de 2008

Tengo un nuevo Ángel de Mi Guarda

Fuiste mi Madre, fuiste mi amiga, 
fuiste mi cómplice.
Y ahora que partiste
y reposas en paz y en silencio
aunque ya no estás,
en cada instante te siento;
y aunque no te veo,
no te gozo, no te tengo,
como a un Angel de Mi Guarda,
que me envuelve con sus alas,
invisible, traviesa y respetuosa
siempre a mi lado te presiento.

Lourdes Chamorro de Bolaños.
El Raizon de Nicaragua, 4 de abril de 2009.