De cómo de lanzas se muere un día
by lourdeschamorrocesar
Una herida fue y otra herida.
Una tras otra, su lanza atrevida
iba cruzando el alma
abatida;
ya no curaba,
ya no quería
saber que su lanza
la mataría.
Juntaba sus sueños y
mil alegrías,
tejiendo su mundo,
llenando la vida;
pasaban las noches,
los días venían y
aquellas promesas
lejanas y frías,
iban en pos
de la despedida.
Y ésta es la historia
de como de lanza
se muere un día:
Era el jarrón
de agua cristalina
lleno hasta el fondo
dulce y sabida;
fue una gota
rebelde y liviana
que con su siempre
acostumbrada diana,
hizo que ella,
después de buscarle,
se fuera aquel día.
¡Fue en pos de su alma!
No era la gota
para morir de lanza,
mas era de lanzas
que moriría.
Golpeó a su puerta
sin fuerzas, con calma.
De vida o muerte,
gritarle deseaba.
Fue imposible.
Su voz, silenciosa.
Ahí postrada, ella,
de lanzas moría.
En aquel silencio
escuchó sus huellas;
sigilosas,
lentas,
de cerca
o quizás lejanas.
De pronto callaron y
al compás del viento
se alejaron.
Y ella, muriendo;
sin voz,
sin aliento.
En la noche fría,
entregó sus sueños.
Abrióse la puerta,
bisagras mohosas.
Rendijas inciertas
y silenciosas.
¡Se encienden los cirios!
Recuerdos
que engañan,
quimeras
y máscaras.
Y una simple lágrima
habló del pasado,
sin enseñar siquiera
la humedad
de ganadas nostalgias.
Y él,
estaba y no estaba
y ella,
moría y no quería.
La muerte no espera.
Así es que se muere
en cualquier día.
La muerte de lanza,
mataba sin ruido.
Esta vez, la lanza no hería,
simplemente
ella de lanzas moría.
Y ya bajo tierra,
entre lanza y lanza
entre golpe y golpe,
aprendió a reir;
y entonces supo
que sueños son sueños,
que aún sin vivirlos
nos matan así.
Lourdes Chamorro César.